jueves, 14 de enero de 2010

Barrialistas en Eterna Cadencia


:: Martes de Eterna Cadencia ::
El encuentro de los barrialistas
13-01-2010 | Juan Diego Incardona, Rodoflo Edwards

Por P.Z. Foto: Marina de la Serna


Juan Diego Incardona y Rodolfo Edwards participaron de un encuentro en el que hicieron pasear la poesía y la narrativa por los intereses literarios que ambos persiguen y comparten. Hacia el final mantuvieron un encendido diálogo con el público, donde no faltaron las definiciones incómodas. “Escribir difícil es fácil”, señaló Incardona.

Comenzó Edwards. Leyó un largo poema en donde todos -¡todos!- los poetas se reunían en San Telmo. En el recorrido de una mañana de domingo los iba descubriendo: Padeletti bajaba a comprar pan, Bizzio y Lucía Puenzo saludaban desde la feria de antigüedades, Sietecase esquivaba preguntas sobre el dólar, Helder buscaba usados en El rufián melancólico; San Telmo, barrio de poetas, contagiaba hasta a Nazarena Vélez que se proponía publicar por Vox. Continuó con una oda al Alikal y una al “bicho del papel” que le comió todos los libros de Cortázar y varios poemas breves de amor.

Tomó la posta Incardona y leyó “Rock Barrial”, un cuento todavía inédito aunque con futuro de ser publicado en un próximo nuevo libro. El Chapa martillaba un escenario con furiosas progresiones de mi-la7-si7 hasta demolerlo. En el final a toda orquesta, Viejas Locas y Pappo se potenciaban buscando despertar a ese hombre suburbano que no se da cuenta que su vida terminará.

El programa del encuentro tenía pactado sólo las lecturas, pero los escritores nos regalaron un momento más de diálogo con el público. Aquí debajo, algunas de las frases que dijeron.

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Rodolfo Edwards: Hice un poema sobre San Telmo. Y la Boca. Y el Once. Yo diría que mi barrio es el universo, pero hay una crítica que para rebajar ciertos estilos o cierta forma de acceder a la narrativa y a la poesía, te ponen el tilde de barrialista. Siempre cito “Sampa”, una canción de Caetano Veloso, que dice “alguna cosa acontece en mi corazón/ cuando cruzo paso por Ipiranga y Avenida San Juan”. A Caetano no le dicen nada pero si uno se pone a hacer un poema sobre Corrientes y Talcahuano: “ah, ese es barrialista, es un tanguero”. Es el vicio de cierta crítica, por eso con Juan hacemos bromas con nuestra condición de barrialistas.

Juan Diego Incardona: No tengo problemas con lo barrialista. Todo depende qué sentido le pone cada uno cuando lo dice. En algunos casos puede ser un elogio, en otros una crítica. ¿Qué significa barrialista? Hay que ver qué deposita cada uno ahí. Si cuando dicen barrialista piensan en costumbrismo, está bastante alejado de lo que yo estoy tratando de hacer. La lógica del costumbrismo es la descripción. Tiene que ver con lo descriptivo: describir el folclore del lugar, la arquitectura, etc. A mí me interesa tomar un lugar particular, en este caso sería la zona de La Matanza o Villa Celina, para contar una historia que lo excede.

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Rodolfo Edwards: Primero y principal, el 90% de las historias que cuento en esta pequeña narración son historias verdaderas. Porque realmente Daniel García Helder vive en la calle San Lorenzo, Padeletti vive en Perú entre San Juan y Humberto Primo. Yo también escribí un poema que se llama “La poesía me persigue por la calle Filiberto” porque en una época trabajé en el diario Página/12 y la redacción está por la calle Garay al fondo. Cerca de Garay y Entre Ríos. Hay una calle Filiberto –el gran Juan de Dios Filiberto– que nace en La Boca y termina por esa zona. Salía de cobrar un cheque en Página y vi en una chapa la palabra Filiberto: es como un destino que tengo con la poesía. Nos mudamos hace poco a San Telmo y una vez fuimos a comprar a la panadería que está al lado de nuestra casa y estaba Padeletti con su bastoncito. Es como un destino, no sé si llamarla condena, para mí es una bendición de la poesía. Para mí es un orgullo y una alegría compartir esos núcleos de creatividad o de poesía o de belleza. O de alegría, porque en el fondo tiene que ver con la alegría.

Juan Diego Incardona: Me gusta mucho el cine, me encanta la pintura, colecciono ilustraciones, escucho todo tipo de música, mi ídolo es Bob Dylan. No soy un pibe que está solamente en su esquina de Giribone y Martín Ugarte con la Juanita. Pero se trata de tomar algunas decisiones. Quizás ahora estoy escribiendo con cosas referenciales, yo vi muy de cerca el surgimiento del rock barrial, el nacimiento de Viejas Locas, etc. Pero también tomo la decisión de tomar esos materiales. Me interesa no sólo porque son de la cultura popular –lo cual ya me atrae– si no porque no tienen historia artística, no tienen historia literaria. En las generaciones siempre hay grupos más artísticos, más literarios. Escritores que tienen una prosa muy estetizada, cargada, llena de palabras que son artísticas desde el vamos. Me parece que escribir difícil es muy fácil. Uno puede abrir cualquier libro, ponerse a robar palabras rebuscadas y se puede dar chapa de gran escritor. O tomar temas universales, filosóficos, etc. Pero Rodolfo, por ejemplo, le escribe al Alikal. Eso es una búsqueda artística. Cuántas veces se ha dicho en la literatura la palabra luna, mar. No es que no se puedan usar, pero ya tienen una carga poética fuerte. Rodolfo, en cambio, va al Alikal: justamente es ahí donde está la operación de literaturizar materiales que no tienen historia artística. Entre los diferentes intereses que me van surgiendo, uno tiene que ver con el rock porque en el universo del rock hay mucho material, mucha palabra que no tiene esa historia literaria. Me gusta que eso se convierta en literatura por primera vez.

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Rodolfo Edwards: [Saca una libretita minúscula] Este es mi caza mariposas. Yo tengo contrato con la empresa Norte, esta es la libretita 4020. Además las camisas siempre me las compro con bolsillito para tenerla acá lista. Sí, yo constantemente tengo la libreta Norte encima. Tengo un libretón para escribir cosas más largas. Pero la libreta siempre está presente. Una vez leí una encuesta en la que un poeta dijo “yo este año escribí 5 poemas”: me parece increíble porque yo escribo las 24 horas. También cuando duermo, sueño y me levanto y escribo. Yo soy poeta las 24 horas.

Juan Diego Incardona: Yo tengo buena memoria, aunque es verdad que escribir te arruina la cabeza. Yo voy pensando todo el tiempo en términos de historia, escenas, tengo imaginación, se me ocurren cosas, pero lo que me gusta son las frases que escucho. Me gustan las jergas, los giros, los fraseos, la lengua viva. Es conectar la escritura al habla. Cuando escucho alguna frase que me interesa la anoto.

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Rodolfo Edwards: La revista se llamaba 18 whiskys porque Dylan Thomas antes de morir se tomó 18 whiskys y dijo “un buen récord”. Pero del megaproyecto de 18 números dobles salieron 4 números: dos dobles. Por azares de la literatura, esa revista quedó en la historia. Ahora en la distancia mucha gente dice 18 whiskys: el alcohol, las drogas, esas cosas. No: éramos todos tipos que nos unía el amor hacia la poesía. Pero no era una revista de un grupo, era una revista de tipos que le gustaba la poesía y cada uno expresaba su punto de vista o su pensamiento sobre la poesía. Era una revista de mucha reflexión, con mucho ensayo, mucho pensamiento. Para que una generación sea una generación es muy necesaria una revista, una publicación que nuclee. En esa época nos peléabmos, casi llegábamos a las trompadas por diferentes posiciones. Mucha gente dice que 18 whiskys tiene que ver con el barrio, con la noche. Nada que ver: había un poeta que no tenían libros en castellano, su biblioteca era de libros en inglés. O sea: éramos tipos muy leidos. Pero bueno, como lo cortés no quita lo caliente [risas] también nos gustaba salir y tomar una cerveza de vez en cuando. Cuando Juan hace El interpretador ya es otra época. Está la presencia de la tecnología que permite una mayor difusión, son momentos diferentes. Siempre una revista, una publicación, es importantísima. Como decía Oesterheld: el héroe solitario no sirve, el héroe es siempre en grupo.

Juan Diego Incardona: Cuando arranca El interpretador a finales de 2003, el 2001 estaba muy cerca. Estaba muy jodido el tema del papel. Imaginé que no íbamos a tener tiempo de pensar en literatura porque íbamos a tener que hacer rifas, kermeses, todo para juntar la plata para sacar cada número. Yo ya venía publicando en revistas españolas y me gustaba la idea de armarlo en internet, pero armarlo como una revista tradicional. Por eso El interpretador tiene la idea de número cerrado, sumario, reemplaza en bloque, etc. A internet le costó entrar: el papel está legitimado desde hace mucho y siempre está la frase o la idea de que en internet publica cualquiera. En papel también publica cualquiera. Lo importante, más allá del soporte, es la gente, el grupo que está detrás. En El Interpretador durante 5 años tuvimos reuniones del consejo editor –10 personas– todas las semanas. El soporte no deshumanizó; todo lo contrario. Nos vimos, nos fuimos haciendo amigos, crecimos juntos porque cuando nos conocimos éramos compañeros de la facultad. Estábamos re verdes, simplemente con las ganas de tener un espacio de reflexión pero no sabíamos bien qué. Sobre el mismo camino fuimos elaborando ideas y también se fue forjando una amistad. Yo me tuve que ir de El interpretador a principio de año porque ya no me daba el tiempo, empecé a laburar, no como cuando vendía “objetos maravillosos”, que tenía tiempo. Ahora trabajo… [Risas] Vender en la calle también es muy duro y es trabajar, pero me tuve que ir y a mí eso me costó un montón. Fue como un hijo que dejás. Pero son mis amigos que siguen adelante, yo estoy cerca del proyecto, no es una pérdida total.



Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=6241&cpage=1#comment-2705

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