viernes, 8 de enero de 2010

Siempre somos demasiado buenos con las mujeres, de Raymond Queneau


Tomado de http://www.hablandodelasunto.com.ar/?p=4997&cpage=1#comment-33834

(Con este título es tentador o provocativo. El comentrio que sigue me hace pensar si no será algo como la chik lit masculina que hace rato estoy esperando leer)


Siempre somos demasiado buenos con las mujeres, de Raymond Queneau


Por Marcelo Zuccotti



Siempre somos demasiado buenos con las mujeresNecesitaba un libro divertido para concluir un 2009 si se quiere algo desafortunado en lo personal. Con un par de amigos con los que me reuní a principios de noviembre a cenar, terminamos deambulando en búsqueda de un café donde enfrentar la somnolencia ya entrada la madrugada de un sábado. Al pasar ante el escaparate de una librería notamos que se habían reunido una serie de títulos de este autor, ignoto para mi hasta ese instante. Uno de los presentes –asiduo lector- me indicó que quedaban pocos ejemplares del libro de marras –advirtiéndome que a un precio exorbitante-, pero que lo recomendaba. Pocos días después, cuando lo fui a buscar, el librero dudó de tenerlo pues no recordaba el título pero, hurgando en medio de otros, apareció el último ejemplar.

Contar que me reí a carcajadas en más de un pasaje, es poco. Se trata de siete puritanos irlandeses que participan durante 1916 de una insurrección con el fin de sacudirse el yugo británico. Para eso ocupan la oficina del correo postal en Dublín, dispuestos a resistir el asedio de la ofensiva inglesa aun a costa de sus vidas. Con ese motivo, evacuan el local sin percatarse de que en el closet se encuentra una bella y joven empleada rubia, de ojos azules, que a su vez es la prometida del comodoro enviado a reprimir el levantamiento.

Con un estilo ácido y mordaz, Queneau narra las desopilantes acciones de estos irlandeses, tanto en el frente externo –contra los ingleses- como lo que va aconteciendo con la seductora rubia rehén en el interior de la estafeta. La combinación de la joven que descubre su atractivo entre los rebeldes; éstos, cuya ética católica les impide deshonrar a su víctima y el comodoro, a quien le han dado la orden de bombardear la estafeta donde trabaja su novia, hacen las delicias del libro.

De a ratos brutal como Boogie, el aceitoso del Negro Fontanarrosa, o sarcástico como Groucho Marx, el autor no escatima burlas a las infantiles creencias de la época ni al pacato puritanismo eclesial en materia sexual, haciendo gala de un humor corrosivo e irreverente. Además, utiliza un lenguaje grotesco y chispeante a través de una multitud de diálogos, que enfatiza la caracterización de cada personaje y realza el texto volviéndolo más fluido y veraz. Pero lo destacable es la forma en que hilvana los sucesos, de manera de transformar actos violentos en disparatados y graciosos.

Por último, no habría que perder de vista que la obra se desarrolla en torno a los hechos morales (la lucha por la patria, la castidad, el ejercicio del poder, la autodeterminación), puestos bajo la visión de un observador no neutro aunque criterioso, todo ello inmerso en un clima de violencia y descarnada brutalidad, que no son óbice para contener escenas cómicas y memorables.

Si llegás a encontrarlo –cosa poco probable-, no dudes en llevártelo. Augura buenos momentos. Sin dudas, lo pongo en el “top five” de los mejores libros leídos en el año.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...