miércoles, 28 de julio de 2010

Rodrigo Rey Rosa: “Me convertí en un personaje de ficción”


Entrevista con Rodrigo Rey Rosa. Diario Perfil

“Me convertí en un personaje de ficción”


El escritor guatemalteco, autor de libros como “Cárcel de árboles” y “Ningún lugar sagrado”, suele ocuparse desde sus ficciones de la violencia política y social que marcó a su país a lo largo del siglo XX. Aquí habla de su nueva novela, “El material humano”, y del influjo de la lectura del diario de Adolfo Bioy Casares mientras la escribía.
Por Javier Alcacer

La idea de la novela surgió del acceso del escritor a los archivos de la Policía Nacional de Guatemala.
Junto con la obra de Roberto Bolaño, Juan Villoro y Horacio Castellanos Moya, los cuentos y novelas del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa (1958) se destacan por ser la mejor literatura que surgió de esa generación de narradores. El mero hecho de que no esté lo suficientemente difundida por estas latitudes es, al mismo tiempo, evidencia de la tiranía del mercado de la importación de libros, y de la apatía de los catálogos locales para apostar a la literatura latinoamericana (con la excepción de la novela Piedras encantadas, responsabilidad, casualmente, de una editorial independiente, El Andariego, en 2008).

Los textos de Rey Rosa se caracterizan por su preferencia por una prosa concisa y minimalista: quizá parte de la responsabilidad de su laconismo la tenga su formación como guionista en los Estados Unidos, o tal vez sea una influencia de quien fuera su maestro y amigo, el escritor Paul Bowles, a quien conoció en su primer viaje a Tánger, Marruecos, y quien tradujera algunos de sus primeros relatos al inglés.

Desde los cuentos breves de El cuchillo del mendigo y la nouvelle fantástica Cárcel de árboles, en la obra de Rey Rosa siempre aparecieron ecos de la violencia política y social que marcó a su país a lo largo del siglo XX, un conflicto que se extendió a lo largo treinta y seis años, con más de 200 mil muertos y 40 mil desaparecidos, cuyas consecuencias todavía perduran. En 2005 se encontraron, en un edificio abandonado a las afueras de la Ciudad de Guatemala, millones de documentos que, pronto se supo, resultaban ser el archivo de la Policía Nacional de Guatemala, cuya existencia había sido negada por los oficiales de la institución.

Mientras la Procuraduría de los Derechos Humanos ordenaba el material, Rey Rosa consiguió autorización para investigar la infinidad de carpetas, libretas y fotografías que componían el archivo. Este es el punto de partida de su última novela, El material humano (Anagrama); así como pasaba en Caballeriza (2006), aquí el protagonista es un escritor guatemalteco llamado Rodrigo Rey Rosa, pero esta vez la novela está armada a partir de la bitácora y las anotaciones de éste, en un principio, en sus visitas al archivo. En diálogo con PERFIL, Rey Rosa reconoce que El material humano surgió “inesperadamente, como suelen surgir en mi caso las novelas”.

“Al principio, yo había pensado en hacer una crónica extensa con ese material”, dice el escritor, “pero en el momento en que, tres meses después de haberme autorizado para visitar el archivo, me prohibieron volver allí, comencé a verme ‘desde fuera’, y decidí tratarme como a un personaje de ficción; o sea, colocarme en el contexto de una trama”.

Si hasta entonces el relato estaba compuesto por la trascripción de los documentos, formando una enumeración de víctimas y justificaciones para su captura o su asesinato, revelando una lógica imposible e implacable, una vez que aparece la prohibición, éste se convierte en una suerte de diario del autor. Así, se entrelazan con la investigación detenida y la seguidilla de trámites burocráticos para levantarla, sus problemas domésticos, su vida sentimental y la condición de “escritor latinoamericano”, en definitiva, su biografía. Respecto a la condición de híbrido entre realidad y ficción, Rey Rosa prefiere dejar la distinción a criterio del lector y acota: “Creo que El material humano puede ser leído como ficción porque tiene una trama con su exposición, nudo y desenlace, y esto no ocurre en la llamada vida real. Es una fabricación literaria”.

Pero los anotadores de El material humano son también diarios de lecturas; ya en Cárcel de árboles el texto mostraba, a modo de epígrafes y tópicos, la permeabilidad de las lecturas del autor en su escritura; en aquel relato, eran Plan de escape de Adolfo Bioy Casares y las obras de Wittgenstein y de Borges quienes atravesaban el texto. En este caso, además de Voltaire (“No a todo el mundo le está permitido cometer las mismas faltas”), W.H. Auden y Adam Zagajewski, para nombrar algunos, el texto es marcado a fuego, tanto en su contenido como en su forma, por la lectura de un libro que, quizá por ser demasiado reciente y extenso, todavía carece de una lectura crítica exhaustiva: el Borges de Bioy Casares (2006).

“Yo estaba leyéndolo cuando comencé a visitar el archivo. Lo monotemático de las notas es sin duda influjo del libro de Bioy”, cuenta Rey Rosa. “En la novela digo lo que pienso, más o menos esto: que me parece un libro secretamente complejo, único, magnífico. Es, creo, un libro enorme desde cualquier punto de vista (risas). El único que yo conozca cuya forma física se acerca tanto a la esfera; me parece tan grande, que podría sospechar que hasta a los argentinos más grandes les queda un poco grande (más risas).” Y agrega: “También es una obra dramática –para quienes puedan leerlo de principio a fin, sin ir dando saltos–, cuyo tema principal es la amistad, y cuyo subtema es la decrepitud, la inevitable decrepitud que llega con los años”.


Domingo 20 de Septiembre de 2009
Año III Nº 0402
Buenos Aires, Argentina

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