domingo, 1 de agosto de 2010

Recomendaciones de Jorge Carrión

PUENTES IBEROAMERICANOS. Por Jorge Carrión
Tomado de http://jorgecarrion.com/blog/

UNO

Tres libros recientes, de autores argentinos y españoles, comparten la fascinación por un espacio que, en principio, podría parecer literariamente anacrónico, aunque no lo sea desde un punto de vista histórico. Me refiero al lounge y sus equivalentes. Esa presencia, compartida por Las teorías salvajes, de Pola Oloixarac, Exhumación, de Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez, y Furia y Clase, de Luis Diego Fernández, podría tener menos sintonía con lo contemporáneo que el espacio virtual (el chat, la red social) como lugar de encuentro por excelencia del siglo XXI. Es sólo una apariencia, porque el encuentro físico sigue dándose y sigue siendo motor no sólo de vida literaria, sino de modelo de literatura. La literatura actual más o menos costumbrista, escrita en Buenos Aires, Madrid o Barcelona, registra, documenta la presencia de bares, clubes, discotecas, antros de alterne, porque son centros de intercambio emocional, vital, literario absolutamente vigentes. La interpretación teórica de Fernández revela una dimensión política del lounge del siglo XXI que puede aplicarse a los libros de Oloixarac (potente ficción política) y de Miguel y Rodríguez (potente ficción micropolítica). Leemos: “El propio Marx se recibió con una tesis sobre Epicuro y Demócrito (…) la izquierda nace del placer” y “No necesitamos doble apellido. Ningún gran dandy fue noble: ni Brummel, ni Byron, ni Wilde, ni nadie, ni fuckin nadie lo fue. Es al revés: llegaron a los grandes salones de los nobles para reírse de ellos ysnobear con su distanciamiento paródico, aprovechando de sus placeres. Es al revés: los príncipes quieren ser dandies porque descender es lo mejor. No sentirse heredar nada. Sino moldearte como forma en la arena”.

El distanciamiento paródico: los espejos y las luces del lounge como trasfondo valle-inclanesco del siglo XXI.

Obviamente, el lounge, la fiesta chic, es un espacio privilegiado del erotismo: en las páginas finales de Las teorías salvajes, un catálogo de realidades virtuales y reales de interacción corporal y política, encontramos el Zarpe Diem, en cuyo pasillo un personaje “se rozó más o menos lascivamente con unas veinte personas; la retórica espacial del pasillo favorecía los escarceos”. La fiesta sexuada en una de las constantes que articulan la novela. En contra de la promiscuidad sexual de Oloixarac, Exhumación parece reivindicar el sexo con amor (“Follar con desnocidos no mola NADA”), pero retrata la promiscuidad de los cuerpos nocturnos, la comunión propiciada por el DJ, el ruido musical y su posible traducción literaria.

“Querida, no puedes seguir siendo profunda sin superficie”, leemos en la novela hiperbreve de Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez. En nuestra época, la pantalla es tan tridimensional como la vida misma. Si en Exhumación no la encontramos representada es porque en la novela lo real es visto, naturalmente, sin necesidad de artificio explícito, a través de píxeles, ventanas que se abren y que se cierran. Supongo que ese tránsito se cifra el gran cambio de paradigma de la literatura contemporánea.

DOS

Me fascina cierta literatura iberoamericana, escrita sobre todo por mujeres, que pone la lengua en el primer plano. La lengua escrita y la lengua de la boca, como dos cuerpos superpuestos. Entre mis lecturas recientes, Fruta podrida, de Lina Meruane, Geografía de la lengua, de Andrea Jeftanovich, Lo anterior, de Cristina Rivera Garza podrían ser ejemplos relevantes de esa obsesión compartida (en España, Menchu Gutiérrez, en Venezuela, Victoria de Stefano, etc.). En el caso de Geografía de la lengua, a la fuerza política implícita que acostumbramos a encontrar en los libros de esas autoras, se le suma una voluntad explícita de trabajar la historia y la política de nuestros días. La metáfora del precio del crudo, en relación directa con atentados terroristas y guerras de represalia, amplía el sobresentido de los sucesos emocionales, de la historia de amor. Aparecen, directamente, el 11-S y los atentados de Atocha. La década al rojo vivo. Como en la segunda parte de Mujeres que dicen adiós con la mano, de Diego Doncel, que ficcionaliza a una ladrona de bebés, traumatizada por el 11-M. Leemos: “Mi hija, la niña de las piernas señaladas por la metralla, está llorando desconsoladamente cuando llego. Tiene surcos rojos de lágrimas atravesándole las pequeñas cicatrices de la cara y en no se sabe cómo está llamando a su cuidadora. Es sólo ruido fónico, golpes imprecisos de sílabas, un prelenguaje que se crea en su propia garganta y sus cuerdas vocales.”

En la fidelidad a la lengua explícita como material del texto se cifra, supongo, la validez del cambio de paradigma (de lo real a la pantalla como realidad), el cordón umbilical con el origen del arte contemporáneo.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...