viernes, 10 de septiembre de 2010

La nave de los locos II


Esta es mi nave de los locos
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo

Sebastian Brant, la nave de los locos.

En 1494 Sebastian Brant publica en Basilea "La nave de los locos" un poema satírico compuesto de 2000 octosílabos pareados que relatan el viaje al país de la locura (Locagonia) de 111 personajes de diferente clase social representando cada uno de ellos un vicio humano. Cada capítulo trata, en una página o poco más, sobre algún tipo de locura o conducta inmoral. Tenemos "Casarse por dinero", "Ruido en la iglesia", "De los libros inútiles" o "Del querer tener siempre la razón".

Sería un error creer que los pasajeros de este singular viaje son dementes. En esta nave, según Brant, viajamos todos porque los hombres "ni somos ni fuimos cuerdos". El concepto de locura que maneja el autor es extremadamente ámplio e incluye al enajenado, al inmoral y al más pequeño de los pecadores.



El libro tuvo un enorme éxito comercial. En términos contemporáneos podríamos compararlo, con perdón, a un best-seller de Dan Brown. Conociendo las preocupaciones de nuestro pintor de Hertohenbosch debemos pensar que el texto le agradó, seguramente mucho, lo suficiente como para que se planteara pintar su nave y dar, según su costumbre, un poco de caña.

Así tenemos ante nosotros esta "nave de los locos", una tabla de la que sólo sabemos con seguridad que fue pintada después de 1494. No conocemos cómo la concibió Bosch porqué está mutilada. Por su forma, parece que pudo ser el panel lateral de algún tríptico del que desconocemos el resto de sus piezas.

Aún con la posibilidad de equivocarnos al no poder hacer una lectura completa de la tabla, vamos a leer el cuadro tal como se conserva en el museo del Louvre.

En primer lugar intentaremos que el nombre del cuadro no nos provoque una lectura anacrónica de la imagen: esta nave de los locos, si Bosch está en sintonía con Brant, no transporta tan sólo dementes, nos transporta a todos. Y eso podemos deducir al pasar nuestra mirada por los distintos personajes: loco, loco, sólo hay uno. Y es cláramente identificable porqué va vestido de loco, con su traje de cascabeles ajustado hasta la cara con una capucha con orejas de burro. Allí le tenemos, encaramado al arbolito que Bosch planta en popa. Al hombro un bastón con una cabeza de loco tallada en la empuñadura, bebiendo tranquilo de su escudilla. ¿No és paradójico que sea el personaje más relajado del cuadro?.

El resto de los personajes no están chiflados, son pecadores. Como casi siempre en la pintura del Bosco, los clérigos ocupan una posición preferente entre los inmorales. En este caso un franciscano arrugado y de cara ansiosa compite con una monja y tres laicos en el juego de cucaña de "comerse el bollo". ¡Qué monje más ridículo! Y su compañera tocando la vagina-laúd en una convencional referencia a la lujuria. Sobre la tabla que separa a los clérigos, más lujura -las cerezas- y el vicio del juego, representado en el cubilete de dados. Las figuras a popa y proa representan la enajenación de la borrachera: a popa un personaje vomita, a proa un hombre gordito no puede ya ni levantarse mientras su comadre se sirve más vino. En el agua, ese medio ambivalente entre la salvación y el pecado, nadan dos hombres desnudos que intentan alcanzar los placeres de la nave.

En el colmo del desgobierno de la embarcación, los mástiles del barco son árboles inclinados que aún conservan el follaje y el timón no es otra cosa que un enorme cucharón que maneja despreocupadamente uno de los participantes en el juego del bollo. Parece poco probable que la nave resista mucho tiempo sin naufragar.


Tomado de http://phileas.blogia.com/temas/bosch.php

No hay comentarios:

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...