lunes, 15 de agosto de 2011

Alguien1 y Alguien2

Cómotevatantotiempoquéesdetuvida


Por Juan Hundred



Alguien se encuentra con alguien. En un bar. Para identificar con mayor precisión, para que la historia sea quizás un poco más accesible, serán, en adelante, ‘Alguien1’, y ‘Alguien2’.
Tanto Alguien1 como Alguien2 son mujeres, olvidé mencionarlo.
La historia, lo que está sucediendo, en el bar, es más o menos así. Alguien1 y Alguien2 son amigas desde hace mucho, quizás desde la secundaria. Alguien1 se ha ido a vivir a Europa, a Londres muy probablemente, o a Paris, no hace a la cuestión, no viene al caso. Alguien1 se ha ido a Londres hace muchos años, a estudiar idiomas, o filosofía, o antropología, algo así. Ahora vive allí, en Londres o en Berlín, es profesora de algo, de algo que estudió, da clases. Está en pareja con alguien, alguien que conoció allá, alguien que vive también allá, en Londres o en Roma, era parte del plan.
Alguien1 habla, Alguien2 escucha. Alguien1 es la mujer que fue a ver qué había allá afuera, salió al mundo, aprendió a comprar aspirinas en alguna farmacia de Europa, a tener frío lejos de mamá, a fumar hachís con un compañero de curso africano que además tenía la verga del tamaño de un antebrazo, y olía horrible, apestaba a curry, algo que puede ocasionar más de un incordio a la hora de fornicar, no es como en las películas, nunca es como en las películas.
Alguien2, que escucha, se quedó, en el sentido amplio del término. Se casó pronto, a los veintidós, tiene tres hijos, y un marido al que desprecia, pero es más lo que se tiene invertido en el plan, que lo que el mundo tiene para ofrecer, conviene seguir, así que sigue. Pero se siente mal, Alguien2, sabe que no saltó, que no saltó a ninguna parte, hizo, más o menos, lo que le fue apareciendo en el camino, lo que pudo, está aburrida, está cómoda, no le va mal.
Alguien1, en cambio, en esta visita, advierte lo lejos que se ha ido, tan lejos que ya no hay manera de volver. Necesita, a través del descubrimiento de Alguien2, sentir que hizo bien, que su viaje le abrió el abanico de la vida al que casi nadie se anima. Que toda la húmeda melancolía de Londres tuvo algún sentido, que los solitarios cigarrillos frente a aquella ventana que daba a una pared de ladrillos, lo que equivale decir a la nada misma, tuvieron su recompensa. Puede subirse a un tren, dormir una siesta, y despertarse en Amsterdam, o en Madrid. Puede ir a un concierto de jazz, en Berlín.
Pero, mientras Alguien1 habla, al mismo tiempo Alguien1 siente, como nunca antes, que su vida no ha ido a ninguna parte, que lo único que le ha quedado de los últimos diez años son tres o cuatro cafés con leche y los museos, y la verga del africano que tiene un chivo particular y único, por las mañanas las axilas le huelen a algo que sólo puede semejarse a la orina de un gato, de aquel gato que tenía en su niñez, Felipe, se llamaba, el gato. El negro se llama Daniel, pero con acento en la a.
Y mientras Alguien2 escucha, Alguien2 siente que no le ha pasado nada, con la notable excepción de sus hijos, que ni siquiera se animó a probar la marihuana aquella vez en San Bernardo, que lo único que ha estado haciendo son trámites, para los chicos, inscripciones, legalizaciones, certificaciones, análisis de sangre, y compras, compras y más compras para mantener andando un aerostático globo que apenas se sostiene en el aire, cada vez más bajito, en un abrumador viaje hacia la senectud sin paradas donde poder bailar, o coger, o reír.
Alguien1 habla, Alguien2 escucha, y la mañana transcurre como cualquier otra mañana. Las dos tienen fotos para mostrar, digitales y en papel. Las dos se hicieron las tetas, por motivos bien diferentes, por motivos que ambas desean explicar con cierto detalle. Pasan los autos por la avenida.



Tomado de http://juanhundred.blogspot.com/

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