domingo, 21 de agosto de 2011

Laguna de Bárbara Kingsolver

Todo el peso de la historia


La escritora estadounidense Barbara Kingsolver logra en “Laguna” una pieza magistral de la novela histórica.


POR Margara Averbach




Ya desde lo gráfico, podría creerse que Laguna es la típica propuesta fragmentaria y posmoderna. Pero no. La belleza y la fuerza de la última novela de Barbara Kingsolver es que su estructura y construcción están íntimamente ligadas con la lectura del mundo que hace la escritora estadounidense: el planeta como un todo único cuyas partes diversas bailan unas con otras en un movimiento íntimo, doloroso, lleno de conflictos y siempre, siempre apasionante.

Las dos voces principales que cuentan Laguna son las de una bibliotecaria enamorada que reúne papeles para reivindicar la vida del escritor al que amó y el escritor mismo, a través de su palabra escrita. Esas dos voces, diferenciadas en lo gráfico y en el tipo de texto –ella escribe notas; él, un diario y cartas– están apoyadas por artículos de periódicos, reseñas literarias, documentos oficiales, una transcripción de una sesión de la Comisión de Actividades Antiestadounidenses en tiempos de McCarthy y hasta un obituario. Pero lo que se cuenta es una vida en contacto con la Historia de México, EE.UU., el mundo a mediados de siglo XX.

Laguna forma parte de lo mejor de la “novela histórica” y como pasa en ese género, cuando habla de las décadas entre 1929 y 1959, en realidad, habla del presente. El peso de la Historia importa y por eso, al final, Kingsolver aclara sus fuentes y explica qué artículos periodísticos son ficticios y cuáles citados textualmente.

Las temáticas principales del libro son el choque de vidas individuales con las fuerzas de la Historia (representadas aquí por personajes como Diego Rivera, Frida Kahlo, León Trotsky, Pancho Villa, Stalin, Joe McCarthy); el problema de la libertad de expresión y su contraparte, la manipulación con la que los medios construyen la realidad a su conveniencia; el rol del arte y el artista (la vieja controversia entre arte “puro” y “comprometido”); la relación entre “público”, arte e interpretación; la fuerza de los amores y los odios y los fanatismos entre los seres humanos.

El punto de vista del escritor es el del mestizo cultural: un hombre estadounidense y también mexicano, que habla inglés y castellano y es capaz de mirarlo todo desde el medio, desde el cruce, con ironía. Es una mirada que implica crítica. Desde esa mirada, Kingsolver acusa a Estados Unidos de ceguera frente al resto del mundo. Tal vez su reflexión más interesante sea que los estadounidenses quieren ver a su país como algo terminado, algo que ya no debe cambiar, e ignoran que “cualquier país sigue haciéndose, siempre. Así es la historia”.

Desde el fanatismo de ese “no cambio” (muy semejante al de tiempos de George Bush), es desopilante y amarga la forma en que la interpretación de una cita en una novela del escritor (una novela que transcurre en México en tiempos de los aztecas) termina llevándolo frente al Comité de McCarthy como “comunista peligroso” y “espía de la U.R.S.S.”. En ese sentido, la transcripción de la sesión del Senado contra el protagonista parecería una pieza maestra de teatro del absurdo sino fuera porque se parece demasiado a las sesiones de la Historia, tan repetidas en películas y novelas.

En Laguna , Barbara Kingsolver maneja como una verdadera maestra situaciones, personajes, amores (que son desgarradores pero nunca simples, nunca sentimentaloides), ironía y reflexión, y Laguna –título ambiguo si los hay (hay lagunas en la geografía y lagunas en la memoria)– es una experiencia inolvidable con la cual, la estadounidense vuelve al nivel impresionante que tuvo su escritura en ese otro gran libro, La biblia envenenada .

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...