sábado, 25 de febrero de 2012

Semán por Lijtmaer

Los juguetes y los cuerpos son



Por Marina Ruth Lijtmaer
mayo 24, 2011


Tomado de debocaenboca





El autor firmando ejemplares ©Isabel Cadenas Cañón

Hace unos días entrevisté al escritor y periodista Ernesto Semán sobre su novela Soy un bravo piloto de la nueva China (lamentablemente tuvo que ser vía mail porque al señor se le ocurrió irse a vivir a Brooklyn) y modestia aparte, el autor y yo creemos que el producto final quedó realmente interesante, así que ahí va.

Marina Lijtmaer: Los familiares de desaparecidos reclaman el cuerpo sin vida de las víctimas para devolverles su entidad y su identidad perdida. Pero además, recuperarlos y darles sepultura les permitiría a ellos mismos realizar el duelo y canalizar su angustia. Del mismo modo, Rubén Abdela encuentra en La Isla la manera de reconstruir su pasado y cerrar un capítulo para poder avanzar hacia el futuro. Podemos decir que Ernesto Semán finalmente logró dormir en paz luego de la publicación de esta novela?

Ernesto Semán: No, de ninguna manera, en el sentido de que “logró dormir en paz” suena como un cierre definitivo que, aún si eso fuera lo que el personaje estuviera buscando, no es algo que vaya a encontrar, por lo que termina siendo más importante el recorrido que el resultado. Me da la impresión de que ese recorrido que hace Rubén es un duelo que no hace desaparecer el pasado sino que, al contrario, más bien lo reactualiza, en todo caso para reconciliarse con él. Y en eso quizás uno sí pueda, a su modo, dormir en paz después de haberlo escrito. Hay alguna ambivalencia en eso, una búsqueda de la paz interior pero que implica encontrarse con los propios deseos y temores de uno, por lo cual esa paz implica, al menos para mi, también una dosis variable de “no estar enteramente en paz” con las cosas. No lo siento como contradictorio.

Por otra parte, aun cuando no lo haga por eso, también es cierto que escribir e imaginar futuros y pasados posibles hace que ponga mis propios deseos y temores en perspectiva, y eso también es tranquilizador. Digamos que desde que salió el libro sí he dormido en paz, como lo he hecho antes en otros momentos, aunque también en un modo distinto y singular. Y en todo caso, algo importante: duermo poco, muy poco.

M.L.: Quiero detenerme en la escena de las berenjenas. Esos frascos interminables de berenjenas en escabeche representan varias cosas, por un lado el peso -y la asfixia- que siente Rubén ante esa idishe mame y el inevitable menage à trois que se genera entre madre, hijo varón y novia-nuera. También podemos decir que es una versión moderna de la manzana de Adán y Eva, en ese paraíso extraño que es la Isla. Sin embargo, todo esto bien podría representarse con un tomate y frascos de salsa bolognesa, entonces ¿Por qué las berenjenas?

E.S.: No sabría decirte, no tenía idea antes, pero sí traté de pensarlo últimamente. Mi madre, como todas supongo, se obsesionaba por periodos con distintas comidas, buscando siempre algún signo de aprobación de sus hijos o amigos. Pero, cuando encontraba ese signo, lo malinterpretaba. Lo que quería decir “sí, me gustó,” ella lo leía como “de aquí en más no quiero comer ninguna otra cosa más en mi vida.” Eso pasó, en distintos períodos, con la entraña, la torta de ricotta, las berenjenas, y una especie de tiramisú con merengue al que se le puede atribuir buena parte de la diabetes circulante por la ciudad de Buenos Aires. Una vez que le encontraba la mano, uno podía pasarse meses (digo, varios meses, seis, siete meses) comiendo el mismo plato a cualquier hora del día. Y cuando digo “uno” no me refiero sólo a los hijos. Los amigos, los vecinos, las tías, todos. Era una especie de plaga Las berenjenas al escabeche creo que tuvieron ese rol en más de una oportunidad.

¿Por qué las berenjenas? Es un fruto pre-moderno. Incluso, en esa época requería de una domesticación: eran mucho más ácidas que ahora, y había que curarlas con sal gruesa antes de cocinarla, lo que ahora no es necesario. Y la forma ridícula que tiene resiste cualquier intento de ofrecerla como algo sensual en el mercado, lo cual termina por resaltar la sensualidad que tiene per se, algo cada vez más difícil de encontrar. No lo sé, pero debe haber algo de un fruto prohibido, y algo de su forma que parece del periodo jurásico que me tiene que haber llamado la atención. Sobre todo para quedar en el medio de una escena en la que Rubén está tironeado por los instintos más primarios que uno pudiera imaginar, algo que afronta de una forma no menos primaria.

M.L.: Un dato curioso es que la inicial del nombre de Rubén, igual que el de Rosa y Raquel -sus dos mujeres dominantes del pasado- es la “R”. Lo mismo pasa con Rudolf y (the) Rubber Lady. Clara, que a diferencia de todos los demás forma parte de su momento-presente y va a formar parte de su futuro tiene una “R” pero camuflada entre las demás letras. Los dos hombres en la vida de Rubén, Luis y Agustín, que tienen sobre él una influencia mucho menor, no cumplen con esta regla. ¿Pura casualidad?

E.S: Creo que es pura casualidad, no me di cuenta hasta ver esta pregunta. No lo puedo creer. Y no puedo creer que no me haya dado cuenta antes. Es tal como lo decís. En algún momento las distintas mujeres de la novela tenían los nombres de Sara, Rebeca, Lea y Raquel, las cuatro matriarcas de la religión judía. Después eso era obviamente insostenible con el resto de la historia así que fue desapareciendo. Y el nombre mismo de Rubén surge tanto de un homenaje íntimo como de la búsqueda de un nombre que fuera a contramano de su época, y en la generación de Rubén, el nombre de Rubén es muy poco común. El resto de los nombres surgieron en momentos distintos de la escritura y por razones distintas, pero no dudo de que algo en mi cabeza haya establecido ese orden con la “R”.

M.L: Sabemos que la novela es de carácter autobiográfico o por lo menos se basa en tu historia personal. Sin dar nombres ni detalles comprometedores, ¿Rudolf y The Rubber Lady también están inspirados en personas de tu mundo real?

E.S.: No, no están inspirados en personajes de la vida real, es decir, no más que cualquier ejercicio de la imaginación está inspirado en lo que uno percibe como “mundo real.” Lo que sí pasó, a diferencia de otros casos, es que con el correr de la escritura fueron adquiriendo características de personajes realmente existentes de los que terminé por ser más consciente que con el resto de los personajes. Puedo contestar a preguntas puntuales respecto de tal o cual escena, pero no me sale delatarlos así sin más presión. En los dos casos, se trata de personajes públicos y en ningún caso se trata de una inspiración única, basada en un solo personaje de la vida real, sino en algún collage.

M.L.: Imaginemos que Rubén, ya adulto, con su nueva familia a cuestas y una visión más nítida de la historia se reuniera con su padre en algún lugar del mundo ¿El diálogo estaría lleno de reproches y rencor? ¿O sería una charla sincera, abierta, y hasta habría ternura y empatía?

E.S: Depende en parte de en qué lugar del mundo se reencuentren: En la cancha viendo cómo Argentina queda eliminada del mundial de Sudáfrica, caminando por Nueva Deli en 1870, yendo juntos a ver Casablanca, tirados panza arriba en un rinconcito de Arpoador. Pero en cualquier caso, estoy total y absolutamente seguro de que no habría reproches, y bajo ningún concepto rencor. Del lado de Rubén habría preguntas, dolor, perplejidad, pero en todo caso en conexión con el dolor, la perplejidad y las preguntas de Abdela. Me cuesta mucho saber qué es una charla “sincera, abierta.” En el sentido de que hay cosas en las que no sé si tiene sentido ser tan abierto y sincero, si es necesario o posible hablarlas. ¿Habría ternura y empatía? Sin ningún lugar a dudas, ese es el punto de llegada común de Rubén y de Abdela.

M.L.: Sé que hay gente que sintió bronca y angustia al leerla, sin embargo a mí no me pareció una novela dura, creo que por el tono humorístico y la falta de golpes bajos, pero también porque no es un tema que me toque en lo personal. ¿A vos qué te pasó al escribirla? ¿Te produjo angustia, dolor? ¿Lograste divertirte? ¿O un cocktail con todas esas sensaciones juntas?

E.S.: En general no sufro al escribir, ni me produce angustia ni dolor. No sé si la definición sería “placer” o que “me divierte,” pero es algo que hago con gusto, aún si al mismo tiempo pienso que podría estar haciendo cualquier otra cosa.



En ese sentido es algo parecido a lo que me pasa con correr, la otra actividad que hago de forma constante en mi vida. Corro casi todos los días desde hace más de 25 años, y no imagino una rutina mía en la que eso no exista. Encuentro una enorme gratificación, algo que me conecta con lo que podría definir como “lo mejor de mí,” aun si no se qué es. Y sin embargo, cada vez que salgo a correr, como hoy que estaba lloviendo, todas y cada una de las veces, lo primero que pienso es para qué lo hago, si no sería más divertido quedarse en la cama. Con la escritura me pasa lo mismo, en el sentido de que termina por ser ridículo situar al dolor y al placer como dos polos opuestos con gradaciones intermedias, y no como dimensiones que se cruzan y se fusionan en algo más complejo que, supongo, se llama deseo.

A veces me frustra escribir, pero sobre todo por las limitaciones que encuentra uno en su propio lenguaje. Fuera de eso, quizás escribir sea más bien catártico, y lo que uno podría sufrir se lo carga a los personajes. ¿Es así? No tengo idea. Diría que junto al cansancio y la frustración que implica tratar de decir algo y no lograrlo enteramente, también me entretiene escribir. Como también me entretiene el desafío de empujar los límites cada día un poco más y tratar de poder expresar algo que uno tiene en la cabeza y no logra poner en palabras. E imaginar esos futuros o pasados posibles es algo que en algún lugar de la cabeza me genera alguna gratificación, aún si las escenas en sí son dolorosas.

M.L: ¿Qué hizo Rubén con sus 8 mil pesos del botín? (subraye la opción que crea conveniente)

a. Viajó a Polonia y el Líbano para cumplir, una vez más, con las expectativas de su madre.

b. Le compró a Rudolf una parte de La Isla -posiblemente la concesión del bar

c. Lo invirtió en el proyecto Reconciliation Tour

E.S: Aunque, como suele suceder, muy probablemente en la vida real haya sido más difícil de trazar el recorrido de ese dinero, que se haya ido simplemente en vivir y cubrir gastos aquí y allá, algo que sólo cuando esa plata se acaba y uno mira para atrás puede encontrarle un patrón. Si le compra el bar a Rudolf, le pide que se quede como gerente, porque Rubén es un perfecto inútil para administrar cualquier cosa. Hay que acordarse que son 8 mil dólares, no pesos, estamos hablando de un dinero importante para el imaginario de la familia Abdela. Si fuera a Polonia y el Líbano, sólo lo haría con Agustín, es claramente un viaje de hermanos. La otra alternativa, invertirlo en el Reconciliation Tour, requiere más esfuerzos. Creo que Rubén, en un súbito cambio de personalidad se asociaría con Fausto Capitán para hacer el tour, crearían una organización llamada HIJOS 2.0, y pondrían a Rudolf y The Rubber Lady como Jefes Espirituales del Movimiento.

M.L: Cuando el camarada Abdela volvió de su viaje a China les trajo a sus hijos un avión de juguete al que nombraron Chinastro, ¿Qué le hubiera llevado de Argentina a su-nieto-que-vive-en-el-exterior?

a. Una foto con el Che

b. Al mismísimo Chinastro (o Comenicatró) porque después de todo los juguetes son – y no hay que andar dándose lujos de burgués.

c. Tres pasajes abiertos con destino a Buenos Aires.

E.S: El juguete ese tiene un componente de tótem que Rubén quiere respetar y reproducir. Cuando un padre no se lo pase a su hijo, que sea por las razones que correspondan, aún si son las más simples. Si le lleva una foto del Che, el nieto le pregunta quién es ese. O lo recibe en el JFK con una remera del Che. O lo paran en aduanas por un exceso de celo. Con Chinastro en cambio, el nieto tiene una intriga que no lo lleva a preguntar nada sino a jugar y jugar, que es de lo que se trata. Los pasajes abiertos con destino a Buenos Aires los descartamos por completo, porque al Hijo de Rubén, como a su padre, no le gusta mucho viajar.

M.L: ¿Qué es lo primero que hace Rubén al volver?

a. Llega a su casa y le cuenta todo a Clara, incluyendo el episodio de la Isla y el encuentro con Raquel.

b. Se hospeda unos días en un hotel (o en lo de un amigo) antes de animarse a enfrentar a Clara y a su futuro con ella.

c. Deja la valija en un locker del aeropuerto y sale a correr.

E.S: Hay una carrera muy chica de cinco kilómetros, que se hace una vez por año en las pistas del JFK. Así que supongamos que Rubén vive en Nueva York, y que esa es la carrera favorita de Rubén. Igual en el JFK no hay más lockers por cuestiones de seguridad, y ese día no se corre esa carrera. Así que va al baño del aeropuerto, se cambia y se pone la ropa para correr. Luego llama a Arecibo, el servicio de remise de su casa. Cuando por fin llegan, le da las valijas y le pide que lleve todo a la casa pero que no toque el timbre, para no despertar a Clara, y que deje todo en la pastelería de al lado. Y recién entonces agarra una de las autopistas laterales y después Atlantic Avenue y corre del aeropuerto a su casa, corre por primera vez desde la muerte de su madre, corre sin el peso de las valijas que trae de Buenos Aires. Y cuando llega a la casa, Clara lo espera con el café recién hecho y un jugo de naranjas recién exprimido.

En cualquier caso jamás le contaría a Clara sobre Raquel, porque eso sería subestimar la inteligencia de ella. Y jamás tendría miedo de enfrentarla. Al contrario, le gusta el rigor que ella le impone, lo extraña.

M.L.: Si Rubén no se hubiera dedicado a la Geografía ni a nada parecido, ¿Cómo se dividiría el libro?

a. Los autos / Los aviones / Los colectivos-submarino

b. Los gatos / Las ratas / Los unicornios

E.S: c. La gente que empieza con “R”/ La gente que no empieza con “R”/ Los otros



*Tomado del trabajo Memoria e Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo

2 comentarios:

Las cosas del querer dijo...

Es interesante la entrevista a pesar de que claramente subyacen en las preguntas de la entrevistadora la idea de "autor", reforzando todo el tiempo la idea de inspiración autobiográfica, contrastando el texto con la vida de Semán y desechando lo relativo a la escritura en tanto proceso de ficcionalización. El tipo se la rebusca para contestar por qué berenjemas y no tomates tratando de conectar este detalle en un contexto sociocultural (familia judía) y alegórica (similitud con lo primordial, manzana de Eva). Pero creo que el juego de opciones que plantea la entrevista no echa ninguna luz respecto de la novela (de la cual sólo leí fragmentos).

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

Puede ser que no eche luz, pero a que te dejó con ganas de leerla... eh?

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...