lunes, 27 de febrero de 2012

Yo tengo el primero y el último número




El cumpleaños de un arma


Diario Perfil 26 de febrero 2012


Muestra-homenaje por los 25 años de “Diario de Poesía”. Una publicación que desde 1986 difunde la producción nacional e internacional del género. “¡Basta de prosa! 25 años del Diario de Poesía” exhibe documentos, fotografías y obras de arte en el espacio de la Fundación Osde hasta el 31 de marzo. Un recorrido que permite conocer la historia del Diario, del género y también de la Argentina.


Por Daniel Molina



Comencé a trabajar, en julio de 1986, en el Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA) gracias a Diario de Poesía. Yo editaba una publicación mensual que difundía libros, por entonces inéditos, de escritores argentinos, desde Los poemas chinos, de Alberto Laiseca a Cadáveres (que luego sería una de las secciones de Alambres), de Néstor Perlongher. El 11 de julio de 1986, en la galería Ruth Benzacar, durante la presentación del primer número de Diario de Poesía, se me acercó Tamara Kamenzsain, a quien no conocía personalmente, y me dijo que le encantaba lo que yo estaba haciendo y que por eso quería que me integrase al ínfimo equipo del Rojas. Acepté encantado y me quedé sin sueldo: en el Rojas se ingresaba trabajando ad honórem. Tuve toda la libertad del mundo y nada de dinero. Como la poesía. No fue casualidad, entonces, que el primer ciclo que allí organicé fuera y que en él participara meses más tarde, en su primera invitación pública, la gente de Diario de Poesía. El círculo mágicamente se cierra.

Un cuarto de siglo después de aquella época, todos estamos más viejos. Menos Diario de Poesía, que parece inmune al paso del tiempo como se puede ver en la muestra ¡Basta ya de prosa! El secreto de su vigencia quizá se deba a que ha logrado adaptarse perfectamente a su tema, la poesía, que es un objeto zen: a la vez tan frágil como una flor y tan dura como la roca. La muestra es un proyecto de Daniel Samoilovich (fundador y director de Diario de Poesía) y Eduardo Stupía (artista visual y diseñador de la publicación desde 1992) y cuenta con la curaduría de Viviana Usubiaga. Incluye obras de arte, videos documentales, producciones especiales, exhibición de primeras ediciones de libros, los bocetos de las primeras tapas, y mucho, mucho más. Es para recorrerla con tiempo y para asombrarse de cuánta magia hay en la historia de una gran publicación cultural cuando se tiene reunido frente a uno, de golpe, lo que fue apareciendo disperso a lo largo de los lustros.

Juan Pablo Renzi (1940-1992) fue el creador de la maqueta de Diario de Poesía. En la muestra se pueden ver los dibujos que realizó para la tapa del primer número, para las páginas internas y para varias secciones, además del diseño de algunos de los famosos dossiers que caracterizan a esta publicación. Renzi no solo fue un reconocido artista visual, que participó de la vanguardia de los 60, sino que además diagramó otras importantes publicaciones, como la revista de crítica Punto de Vista. Sin embargo, no hay nada en su prolífica carrera que sea, a la vez, tan clásico e innovador como la maqueta de Diario de Poesía. Es un diseño tan potente que parece eterno. Esta maqueta es el opera magna de Renzi. Sabiamente, Stupía, un maestro taoista del dibujo (hasta en sus pinturas y traducciones, Stupía dibuja), ha mantenido lo esencial de la maqueta de Renzi: le ha agregado un solo rasgo suyo: más aire, más blanco. Imperceptiblemente.

La muestra ¡Basta ya de prosa! presenta una cronología, que recorre los principales hechos vinculados a la vida de Diario de Poesía, desde 1986. Un documental exhibe la entrevista a Samoilovich y Stupía en la que hablan sobre los orígenes de la publicación y de su elaboración como objeto visual. Se exhiben los bocetos de las páginas maestras, dibujadas hasta el delirio del detalle por Renzi. Hay mucho material relacionado con la elaboración de los dossiers. Hay una importante presencia visual de las Páginas de artista, esa sección de esta revista cultural que difundió la obra de muchos de los más importantes artistas argentinos. En la muestra se pueden ver obras de Enrique Aguirrezabala, Juan Astica, Louise Bourgeois, Max Cachimba, Américo Castilla, Claudia del Río, Mirtha Dermisache, Mimí Doretti, Ana Eckell, Roberto Elía, Fernando Fazzolari, León Ferrari, Carlos Gorriarena, Jorge Gumier Maier, Alberto Heredia, Magdalena Jitrik, Guillermo Kuitca, Eduardo Médici, Adolfo Nigro, Luis Felipe Noé, Felipe Pino, Valentina Rebasa, Daniel Scheimberg, Pablo Suárez, Emilio Torti, Luis Wells y Horacio Zabala.

Hay también una involuntaria, pero muy efectiva –y consciente, como se puede ver en el texto de la curadora en el catálogo– historia económica. El precio del primer número de Diario de Poesía, en julio de 1986, fue de 2,5 australes. En diciembre de 1989, el costo de un ejemplar del número 14 era de 2.800 australes. A comienzos de 1990, el número 15 ya costaba 13.000 australes. El número 16 tuvo un precio de 20 mil australes. El ejemplar de noviembre de 1990 costó 30 mil australes. El número siguiente tuvo un precio de 50 mil australes y en agosto de 1991, festejando el quinto aniversario, el precio de tapa había trepado a 60 mil australes. En cinco años pasó de 2,5 a 60 mil: la historia económica de un lustro difícil.
De las decenas de dossiers memorables, la muestra rescata cuatro, emblemáticos. Uno de ellos está dedicado al poeta y pintor Edward Lear (que apareció en el número 64, abril de 2003). Se pueden ver varias primeras ediciones de sus libros y también de los de Lewis Carroll. Para los bibliómanos, la vitrina que contiene estas maravillas vale el viaje por sí sola. Otro de los dossiers rescatados en la muestra es el dedicado al escritor cubano Virgilio Piñera (apareció en el número 51, de octubre de 1999). Hay cartas, fotografías y testimonios de su vida en Buenos Aires entre 1946 y 1958; de sus andanzas junto a Witold Gombrowicz; y ejemplares de las revistas Orígenes y Ciclón –de la que fue fundador.

En el sector dedicado al dossier sobre el entrerriano, radicado en Francia, Arnaldo Calveyra (publicado en el número 69, de diciembre de 2004), se destaca el documental El hombre de Luxemburgo –realizado por Débora Vázquez y Matías Serra Bradford– que brinda un acercamiento en primera persona a la vida y obra de este poeta. Por último, el dossier dedicado a la poesía en el cine (publicado en el número 65, de abril de 2004) también exhibe un video en el que se ven fragmentos de obras de Coppola, Tarkovsky, Welles, Santiago, Visconti, Huston, Godard, Allen, Filipelli, Aldrich, entre varios otros.

Los 25 años de Diario de Poesía, a la vez que trazan un panorama de la cultura argentina (y en buena parte, también latinoamericana), permiten recordar el contexto sociopolítico en el que esa vida cultural se dio. En primer lugar, se hace visible que es una publicación centrada en dos ciudades argentinas: Buenos Aires y Rosario. Esa oscilación entre dos núcleos urbanos la ha enriquecido y también le ha permitido un diálogo con el mundo exterior que sería impensable en otro contexto urbano.

En segundo lugar, el tiempo histórico se refleja en las entrelíneas del Diario de Poesía, que nació en medio del primer gobierno postdictatorial, cuando muchos de los debates de comienzo de la etapa democrática ya habían madurado. Se consolidó durante los gobiernos de Menem. Sobrevivió a las dos hiperinflaciones y a la crisis de fines de 2001. Mientras caían uno tras otros cinco presidentes, Diario de Poesía preparaba su número de comienzo de 2002. Ha visto despedirse a Duhalde, morir a Néstor Kirchner y la reelección de Cristina Fernández.

Hace cinco años, se presentó una versión más breve de esta muestra en el Centro Cultural España, de Rosario: se festejaban entonces los primeros veinte años. A un lustro de aquella, la muestra ha crecido en volumen y en intensidad. Lo extraño es que con el paso del tiempo al Diario de Poesía no se lo ve más viejo: tal vez, más clásico. Se podría decir de él lo que Gabriel Celaya dijo de su materia: “La poesía es un arma cargada de futuro”.

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Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...