jueves, 15 de marzo de 2012

Pero no sigas tocando


“-Te doy lo que quieras, pero no sigas tocando. ¿Cuánto querés por callarte?
-Una picana eléctrica –dijo Triclinio.
-En seguida te la traigo, pero basta –gritó.
El tipo salió a todo lo que le daban sus remordimientos en una moto muy estridente, y Triclinio pensó que había dado en la tecla, de modo que siguió tocando el tema de la muñeca. Varias motos y jeeps se detuvieron entonces, y sus conductores con voz de medianoche repitieron lo mismo que el anterior.
Triclinio se levantó, dio una patada al tarro de las monedas y caminó hacia el este, tocando en medio de la calle. Desde distintos puntos de la ciudad salían unos individuos aberrantes con picanas, revólveres, máquinas de luz intensa, leznas, tirabuzones y otros objetos de tortura, y lo siguieron, marchando apesadumbrados. A medida que Triclinio recorría calles seguían sumándose torturadores, vencidos o derretidos, con sus instrumentos de tortura en las manos. Triclinio había recorrido unas diez cuadras, pero la cola de torturadores llegaba hasta los puntos cardinales. La gente se asomaba a los balcones, como en las invasiones inglesas, para ver qué pasaba, y miraba esa larga procesión de ratas, como en la historia de Hamelin, detrás del maravilloso violinista. Lloraban como arrepentidos tratando de ocultar sus cuchillos, sus palabras y sus trinchetas, pero todo el mundo los veía y no se olvidaba de ellos. Las madres alentaban a Triclinio, que estaba cansado porque cada torturador que se sumaba le costaba más esfuerzo sacar sonidos al instrumento, y le decían que tuviera valor y siguiese, que así acabarían con el flagelo. Y los niños en edad de recibir gases lacrimógenos y algún golpe de picana agitaban en lo alto banderitas y pañuelos. (…)
El volumen de los instrumentos de tortura hizo crecer el nivel de las aguas, que cubrieron algunas partes de la ciudad construida sobre el río. Pero esto se compensó con los cadáveres de los torturadores, que flotando desde la noche anterior habían formado un gran arrecife al lado de los terraplenes. Sucedió que al perder sus instrumentos no pudieron caminar ni ver, y ciegos como topos y sin ninguna música que los guiase, porque el violín de Triclinio había cesado, cayeron a las aguas profundas hasta llegar a las cavernas habitadas por los peces eléctricos. Devueltos luego a la superficie por leyes inmutables, formaron el piso donde luego se pudo sembrar césped.”



Daniel Moyano. El trino del diablo.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...