martes, 19 de junio de 2012

Todo el relato onírico anterior a ese momento

Restos diurnos

Por Pedro Mairal

Perfil 08/06/12 - 11:01


En la vereda haciendo cola en un Rapipago de esos de kiosco, se me abre la mochila. Se me caen cosas y las empiezo a juntar, muchas cosas, anteojos, remedios, la agenda, libros, pañuelos de papel, auriculares, monedas, parece la cartera de mamá, pienso, y sigo juntando cuentas impagas, una púa de guitarra, pilas, documentos, fotocopias, no entra todo eso, lo voy dejando al lado de la mochila, y voy levantando lo que falta, apuntes de la facultad que no veía hacía rato, un suéter, un jean, más ropa, todo revuelto, un inflador, algunos juguetes de mi hijo, muchos libros, mis cds con las cajitas rotas, un almohadón, mi cama en la vereda entre la gente mirando.

Los sueños son así, con transiciones fluidas de una situación coherente a otra imposible. Pero el cerebro se ocupa de que esa transición no tenga fallas de montaje ni saltos y que todo parezca real, y eso es porque la emoción preexiste a sus aparentes causas. En los sueños no es el monstruo lo que provoca miedo sino el miedo lo que provoca el monstruo. Lo mismo con la angustia.

Además los sueños no son nominales, de manera que de pronto estamos desnudos en la calle como si hubiéramos estado todo el tiempo así sin darnos cuenta y nos da una vergüenza retrospectiva. ¿Cómo logra el sueño hacer eso? Porque no había palabras que fijaran la acción previa, de manera que un hecho del presente del sueño puede transformar todo el relato onírico anterior a ese momento. El gobierno actual parece suponer que vivimos en ese estado onírico o sonámbulo. No hay pasado, no hay relato previo establecido. Como en los sueños, el pasado depende de lo que vaya deparando el presente, y los distintos monstruos oponentes van surgiendo desde el miedo.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...