miércoles, 1 de agosto de 2012

Como piensa el jaguareté



Lecturas ::
Mi tío el jaguareté
01-08-2012 | Joao Guimaraes Rosa

Una lectura de “Mi tío el jaguareté”, un relato largo de João Guimarães Rosa.

Por Florencia Parodi.

Pequeña coliflor, el libro se hace, en la tierra de su autor,
un árbol viejo, capaz de desviarlo y de hacerlo andar mal,
si intenta alcanzarle los hilos extremos en el laberinto
de las raíces. Gracias a Dios, todo es misterio.

GR en una carta a João Condé



Parece que Guimarães Rosa escribió este cuento y estuvo mucho tiempo sin publicarlo. Que antes de cerrarlo, o sea durante su proceso de corrección, escribió y publicó una novela de seiscientas páginas, Gran sertón: veredas. Finalmente apareció en la revista Senhor, que, para dar una idea, Gonzalo Aguilar dice que podría ser una de las revistas del consultorio de un dentista. Contexto raro para leer “Mi tío el jaguareté”, un tirón (el transcurso de una noche) del discurso borracho de un hombre que era cazador de jaguares, hasta que se reconoció pariente del jaguar: yo jaguaricé.

Aunque GR sea uno de los escritores más originales que leí, no lo es precisamente en esto: la transformación en animal es como la de Gregor en insecto, el hombre en lobo; en la misma época Lispector hacía personajes viéndose frente a búfalos y cucarachas y Cortázar miraba un ajolote en la pecera. De hecho yo volví a leer este cuento porque me lo recordó un libro sobre un loro. En “Viajes a ninguna parte”, Julieta Yelín afirma que “la mirada animal es para Rosa una perspectiva capaz de brindar un contenido trascendente, una suerte de apertura hacia terrenos invisibles para la percepción humana” y cita una entrevista que le hizo Günter Lorenz en 1970 donde Guimarães dice “Cuando alguien me relata acontecimientos trágicos le digo tan sólo esto: ¡Cuando mires a los ojos de un caballo verás mucho de la tristeza del mundo!”.

En la carta a Joao Condé que fue incluida en las ediciones del libro de cuentos Saragana a partir de 1984, GR dice: “impiadoso, horror al lugar común; que los clichés son pedazos de carne corroída, son pecados contra el Espíritu Santo, son taperas en el territorio del idioma”. En la publicación de su “Diálogo con Guimarães Rosa”, Günter Lorenz anota que GR hablaba portugués, español, francés, inglés, alemán e italiano y que además tenía suficientes conocimientos como para leer libros en latín, griego, griego moderno, sueco, danés, servo-croata, ruso, húngaro, persa, chino, japonés, hindú, árabe y malayo. Teniendo en cuenta esto es un poco menos sorprendente el trabajo sobre el lenguaje que se puede ver en su obra.

“Mi tío el jaguareté” es una sola línea narrativa, un monólogo dentro de una choza, cerca del fuego, en medio de la vegetación, sin otra voz que no sea la del pariente del jaguareté. En el interior de Minas Gerais (pero interior en serio, donde la poca gente que vivía o se fue o se los comieron), alguien visita a este cazador sobrino del jaguar, le da aguardiente y lo hace hablar.

—¿Hum? Eh-eh… Sí. Sí señor. A-ha, si quiere entrar, puede entrar… Hum, hum… ¿Usté sabía que yo vivo aquí? ¿Cómo lo supo? Hum-hum… Eh. No señor, n’t,n’t… ¿Su caballo, solo ése? ¡Ichi! El caballo ta manco, aguado. Ya no sirve. Achi… Pues sí. Hum, hum, ¿Usted vio este fueguito mío, de lejos? Sí. Ah, pues. Pase, usté se puede quedar aquí.

A partir de este planteo se complica la famosa oposición entre oralidad y escritura. Gonzalo Aguilar explica: “No es una parrafada oral porque la transcripción es inventiva, en algún punto. Tampoco es una escritura porque el que escribe está transcribiendo un relato oral. Entonces es una especie de reenvío paradójico que deja suspendida esa diferencia. Más bien, parece potenciar la escritura y la oralidad”.

Ese visitante venido de la civilización es el responsable de nos llegue por escrito todo lo que el cazador salvaje dice esa noche. Es un traidor (un traductor), que a tal punto y con tal precisión lo hace entregar su confesión, que al final le dispara. Lo escuchamos morir. No hay marcos, de hecho los marcos están borrados, no se introduce el discurso (más que con un guión de diálogo antes de la primera palabra del cuento) ni se transcribe la voz del entrevistador. Interactúan, el cazador se dirige hacia él y contesta sus preguntas que no se transcriben. Ah, pero esto no lo cuento, ¡que no cuento, que no cuento, de ninguna manera! ¿Pero qué quiere saber? ¿Quiere saber todo? ¿Usté es soldado?… Ah bueno, ah bueno, yo cuento. Sí se trascriben, en cambio, las palabras que forma el cazador mezclando con el tupí, ruidos, interjecciones.

El cuento se lee como se entiende de oído una lengua desconocida. Y acá sí ya empezamos a hablar de cosas nunca antes vistas: un autor que escriba para el universo (o temas universales a través de) un lenguaje mixto hasta lo incomprensible y un cuento al que se le agregó un glosario al final que ocupa casi la misma cantidad de hojas que la historia son por lo menos inusuales. En palabras de Aguilar, GR es una narrador de la desestabilización. No se puede incorporar al otro en un relato estabilizador, “el precio de incorporarlo es desestabilizar toda narración y destruir toda consolación”. Lo genial es que para evitar esa trampa el cuento mismo se encarga de la destrucción y mata a la voz de la que está compuesto.

Los poblados están hechos del miedo a la selva y al monte, el sertão de Minas es la combinación de los dos, y es el espacio donde se configura la obra de Guimarães Rosa. A la hora de elegir el terreno donde ubicar sus historias, dice que prefirió la parte de Minas Gerais que era más suya porque extrañaba su lugar (como diplomático le tocó vivir varios años fuera de su país) y “porque conocía un poco mejor la tierra, la gente, los árboles”. Parte de ese conocimiento se funda en su profesión de médico, trabajaba como etnógrafo relevando datos en zonas remotas. Pero además prefirió ese escenario para sus historias “porque el pueblo del interior –sin convenciones, ‘poses’– da mejores personajes de parábolas: allá se ven perfectamente las reacciones humanas y la acción del destino”.

Antes del final trágico el personaje llega a contar mucho sobre cómo fue su vida en el sertão desde que lo llevaron a trabajar como cazador. Cuenta que es hijo de un hombre blanco y una mujer india, habla de su adoración por María-María, una hembra jaguar a quien quiere y cela, repite obsesivamente que el jaguar es su pariente, que no quiere haber matado jaguares y se diferencia todo el tiempo de los hombres, sobre todo de sus debilidades: Hombre loco… Hombre loco,,, Yo — ¡jaguar! ¿Ñum? No soy el diablo. Usté es el diablo, el boca-chueca.

Hay una serie de “Yo —…” a lo largo del texto que van armando el carácter particular del personaje: Yo — por todas partes, Soy hierba mala, del monte, Yo — lejos, Yo ñun — solito… No tenía amparo, Yo soy jaguar… ¡Yo — jaguar! Cuenta también que tiene varios nombres: su madre le puso Bacuriquirepa, también le decían Breó y Beró. Fue bautizado por su padre como Toñito, Antonio de Jesús, razón por la que su patrón lo llama Toño Tigrero, “después me llamaban Macuncozo, nombre de un rancho”. Yo — marupiara es uno de los que obliga a consultar el glosario: “Según el Pequeño Dicionário Brasileiro da Língua Portuguesa, marupiara es una voz amazónica, antónimo de panema, y significa persona feliz en la caza o en la pesca”.

Dentro de esos terrenos invisibles para la percepción humana que están en lo animal y que el cuento trae, quizás lo más destacable sea lo que cuenta el narrador sobre cómo piensa el jaguar:

¿Usté sabe en lo que piensa el jaguar? ¿No sabe? Eh, entonces aprenda: el jaguar sólo piensa en una cosa — que todo es bonito, bueno, bonito, bueno, sin toparse con nada. Nada más piensa eso, todo el tiempo, largo, siempre lo mismo, y así va pensando mientras camina, come, duerme, haga lo que haga… Cuando algo malo ocurre, entonces de pronto chirría, ruge, tiene rabia, pero no piensa en nada: en ese instante deja de pensar. Nada más cuando todo vuelve a estar tranquilo, piensa otra vez, igual, como antes…

Eso y su forma de morir: ¿Quiere saber del jaguar? Eh, eh, mueren con un coraje, están diciendo lo que nosotros no decimos….


Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2012/24148#more-24148

1 comentario:

LOS ASESINOS TIMIDOS dijo...

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(Entrevistas y ensayos. Serán leídos en clase)
Yukio Mishima--- Lecciones espirituales para jóvenes samuráis
Varios Autores—Borges en Japón
Palabras de Akiyuki Nosaka

Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...