lunes, 10 de diciembre de 2012

Sexo y ficción en el lugar de lo sagrado

El genial texto de Ariel Schettini sobre Le viste la cara a dios:

"Fantasy gauchita"

A esta narración, como a otras de Gabriela, la vamos a poner en el género “Fantasy”. O si se puede, en el género “fantasy gaucha” o “fantasy gauchita”. Es gauchita esta Beya, como es la Bella Durmiente, que me gusta cuando calla porque está como ausente, haciendo una muertita, para la satisfacción del consumidor.
¿Es o no es una casualidad de apostrofemos con los valores nacionales patrióticos de gauchita a las que saben agacharse para chupar como Dios manda?

La escena de la tortura, que es la escena que Cabezón Cámara observa fascinada, siempre tiene dos componentes: el diálogo (la novela está narrada en segunda persona, como si se tratara una voz salida del mismo espacio de la inquisición) y la creencia (no hay tortura sin creencia, sin Dios y sin fe).

De allí que se trate también de la escena de la ficción. ¿Será porque en nuestro tiempo sexo y ficción ocupan el lugar de lo sagrado?

La tortura es el lugar exacto donde confluyen realidad y ficción. El cuerpo y el mapa, la anatomía y el deseo. No hay más que mirar la fascinación de los medios de estos días para verificar la observación corrosiva de Cabezón Cámara: Medios, periodistas, cuerpos, creencias, deseo y enajenación que por efecto de la técnica se conflagran en un solo cuerpo: el de la torturada y el nuestro: aparentemente no podemos parar de depositar nuestra mirada de voyeur en el caso.

Bella. El juicio estético como condición del secuestro y la tortura. Esta es una Beya como la Bella Durmiente, como la Della y la bestia, como Belle de jour. Es decir es una Beya como los relatos de renunciación y desprecio de sí que les contamos a nuestros niños en el ensueño de princesas de Walt Disney; y bella como los relatos de opresión en la pesadilla capitalista cuando pensamos en el lugar de la mujer en el mercado laboral.

Antes que una crítica a la escena de la tortura, Cabezón nos pone en contradicción a nosotros mismos. ¿Qué queremos mirar cuando miramos eso? ¿Qué parte perdida de nuestro cuerpo nos exige el relato minucioso de nuestra parte como si no supiéramos desde El matadero que el cuerpo es sagrado único, unitario, indivisible, pero al mismo tiempo se divide en partes exquisitas para el deleite del matarife…?

Genealogía de la tortura argentina que describe la Cabezón Cámara, y que escribe, menos que una nouvelle, todo el género.

El matadero en: “Las putas rinden más que las vacas del estanciero más poronga de sus clientes.”

La cautiva del malón, que invierte el lugar de la víctima y el victimario, como explica Cristina Iglesia; y nos pone a la pobrecita saqueadora del territorio en el lugar de la víctima y a los feroces indómitos barbarizados de los indios en el lugar previsible de los perversos.

Por último, la otra torturada, la estetizada de Pizarnik, la fascinada, la de género, y la desesperada por la traición de la lengua . La que pone como modelo invertido a la condesa que mata para escapar de la melancolía.

Cada tortura su política y su cuerpo, su emputecimiento, su fascinación estética, su mujer...
¿Qué pensamos de la prostitución? ¿Opresión de género, de clase? ¿Espacio consagrado de la institución conyugal? ¿Trabajadoras sociales y libertad de empresa? ¿Qué sé yo? ¿Es necesario que tomemos posición frente al hecho o lo tratamos como un lugar más de la opresión a la que somos sometidos todos de manera cotidiana? Finalmente, ¿qué es prostitución? ¿Marita Verón, el universo Tinelli, La ley de matrimonio igualitario y su división social del trabajo, la lucha por una puta entre polistas y magnates de los medios…?

De manera sigilosa y flagrante al mismo tiempo, Gabriela muestra que ese debate es una pregunta abierta y sin respuesta en la sociedad, y lo muestra como debate, es decir en la lengua. Roba y maltrata, se apropia del cuerpo y de la lengua de los otros para mostrar esa herida de la conciencia.

El robo, el secuestro del cuerpo que Gabriela pone en escena cuando les roba la lengua a los que hablan por la puta: el lugar más bajo de la sociedad sólo puede decirse robándole palabras a lo sublime de la poesía mística española.

Relato que termina en la humillación final: Beya es la inmigrante sudaca en España la que vuelve y devuelve la lengua a su lugar:; la madre patria y de la lengua apropiada.

Una especie de zapping feroz que regurgita la lengua de Cabezón Cámara, en el que, igual que en los medios del presente, inmediatamente después de ver al matrimonio que se conchaba una perra humana y le hace reportajes, vemos el sosiego del canal rural que nos cuenta los avances en la cría del novillito, y después la cita culta de un poeta argentino invitado a hablar de Semprúm, y después volvemos para enterarnos que el matrimonio secuestrador es víctima de una religión perversa, como si alguna no lo fuera, etc...

Lengua rumiada como la de una vaca bajo la lluvia de un viernes santo Que observa la cultura popular. Pero en el universo Cabezón Cámara no hay otra cultura más que la cultura popular, o mejor dicho la cultura popular se lo tragó todo…

La prosa de Cabezón Cámara es un flow de la cultura siempre narrada en presente y siempre construyendo la constelación delirante del presente. Aleph de la cultura popular y colección exquisita de la barbaridad del presente como si llevara a cuestas este mundo, el que vivimos y para que no tenemos más respuesta que el ingenio popular que dice: la más humillada, la más perra, la más puta y la más descarnada es también la más argentina.



Tomado del muro de Gabriela Cabezón Cámara

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...