domingo, 10 de febrero de 2013

Por fuera de esa constelación

El escritor argentino y la tradición

Publicada en Perfil el 10/2/13

por Quintín

Hace un par de semanas, Gonzalo León reseñó en este suplemento la novela El club de las necrológicas de Marcelo Birmajer. No leí el libro y tampoco conozco la obra de León, escritor chileno radicado en Buenos Aires. Siempre pensé que los escritores chilenos (especialmente los narradores, porque para los poetas no rige la hipótesis) tienen una ventaja sobre sus colegas argentinos: no deben soportar el peso de una tradición prestigiosa y, por lo tanto, tienen libertad para elegir su camino literario. En la Argentina, en cambio, las cosas son difíciles. Por un lado está Borges, un fantasma benévolo al que se debe olvidar o destruir (con el trabajo que cuesta). Pero como si un tótem no bastara, hay una serie de nombres más nuevos a los que la Facultad de Letras ha elevado a la categoría de canónicos y cuyos alumnos deben tener presentes en sus discusiones, en sus ensayos y en su incipiente obra. La lista varía según quién la enuncie, pero es un dogma casi establecido, que escritores como Lamborghini, Saer, Aira, Fogwill, Copi, Chejfec, Puig, Piglia, Laiseca, Guebel, Pauls o Cohen han sentado las bases de una literatura poderosa y autosuficiente de la que es casi imposible escapar si se quiere escribir en la Argentina.


Por fuera de esa constelación solo quedan los “contadores de historias”, es decir la gente que le hace asco a la vanguardia y a los que la vanguardia les hace asco. Birmajer es uno de ellos. Y eso es lo que le reprocha León en una reseña por otra parte demoledora: “Birmajer opta por pasar por alto la existencia y los libros de Lamborghini, Copi, Aira, Libertella (…) que como dice Daniel Link…”. León parece haber renunciado a la tranquilidad trasandina y cruzado la cordillera para ejercer como policía del canon académico argentino.

Si la reseña de León delata un estado de cosas, hay una manifestación mucho más contundente del agobio provocado por la nueva tradición y es la novela Literatura argentina de Pablo Farrés, publicada hace un año. Es un libro extraordinario en más de un sentido: por el brillo de su escritura, por la inventiva de su trama, por la concepción radical de la literatura que encarna pero, sobre todo, porque habla del neocanon en clave de tragedia, como la historia de un cuerpo de obras que fundan una literatura que no puede escribirse. Farrés no condesciende a una sola frase como “la marquesa salió a las cinco”, pero incluye unas cuantas como “la literatura es el borramiento de toda identidad, la aniquilación del nombre propio” y su prosa es una abigarrada y obsesiva forma de poesía. En Literatura argentina, un escritor es educado como un perro por un padre cruel, sometido y violado por sus compañeros de generación en un campo de concentración donde las mujeres son muy escasas. Ese parece ser el mundo de los escritores jóvenes. Pero el protagonista, se desdobla y se hace escritor absorbiendo, “comiendo la mierda”, de sus mayores y al intentar copiarlos logra escribir anticipadamente sus obras futuras. Farrés rompe de todas las maneras posibles la relación entre los autores y las obras y postula (siguiendo la idea de Marx/Aira de los rendimientos decrecientes) una literatura en extinción. Pero al mismo tiempo, crea un punto ciego donde su propia novela se erige en la posibilidad de aceptar el desafío y colocar aun más alto el listón de la vanguardia. Farrés no va a escribir como Birmajer, pero se hace cargo de que no es diciéndole a los niños quiénes son sus maestros que la literatura tiene posibilidades de existencia, sino asumiendo las consecuencias de semejante terrorismo.

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