jueves, 18 de julio de 2013

Buscar Toledo y sus recomendaciones

:: IMPRESCINDIBLES ::


Los imprescindibles de Pablo Toledo


16-07-2013 | Pablo Toledo


El autor de Se esconde tras los ojos (Premio Clarín de Novela, 2000) y Tangos chilangos es el primero en armar la lista con sus diez libros imprescindibles.



¿De qué libros está hecho un autor?

Pablo Toledo (como ya es tradición: empezó las recomendaciones de amigos y las nueve preguntas) inaugura una nueva sección, bastante clásica por otra parte, en la que le pedimos a los escritores que nos dejen sus diez libros imprescindibles. El autor de Se esconde tras los ojos (Premio Clarín de Novela, 2000) y Tangos chilangos nos dice



La invitación es a hacer una lista de libros de cabecera. Las listas cambian según el momento, hoy estoy en un lugar de lectura que se dibuja uniendo estos puntos:

Ficciones/El Aleph, de Jorge Luis Borges: como es un lugar común arrancar estas listas con Borges, ahora se hizo un lugar común relegar a Borges de estas listas. Pero estos dos libros (por lo menos, y para empezar) siguen siendo fundamentales.

Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons: Maus es el título “serio” de la novela gráfica porque trata sobre el Holocausto, el Dark Knight de Frank Miller pintó de negro a Batman y Sandman se lleva los votos por fantasioso y metaliterario, pero pocos libros reflexionan sobre el poder, el mundo postnuclear y la épica en tiempos duros como esta joya que, de paso, inventa en cada página cinco formas nuevas de contar con el formato de historieta. Y los que miran torcido porque es “una historieta” es porque no entendieron nada.

American Gods, de Neil Gaiman: le hice la verónica a Sandman pero no podía dejar afuera a Neil Gaiman. Este libro está entre las novedades de julio de una editorial local, pero la traducción incluye en la tercer línea del primer capítulo la palabra “gilipolleces” así que se convierte en un motivo más para retomar esas clases de inglés pendientes (esta misma editorial mató con traducciones alevosas a Coraline y The Graveyard Book, así que alguien ahí adentro realmente debe odiar a Gaiman). La premisa de este libro, que ya estaba anticipada en Sandman, es simplemente genial: ¿qué pasa con los dioses que llegaron a América con los inmigrantes cuando sus fieles los olvidaron? Contada con el estilo de Carver, más vueltas de tuerca que Lost y la imaginación de Lewis Carroll más toda la mitología del mundo, esta novela es absolutamente imprescindible.

Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (The amazing adventures of Kavalier & Clay), de Michael Chabon: todo Chabon es imperdible, pero esta novela le gana al sindicato de policías idish y el resto a fuerza de ambición y magia (y por tener historietas, superhéroes, nazis, golems y asesinatos en bases secretas de la Antártida). Chabon logra eso que al primer Auster le salía (en Mr. Vertigo, por ejemplo) hasta que se le olvidó, el punto justo del guiso en el que el pop, el realismo y la leyenda estallan sin empalagar. Gaiman y Chabon son la mejor cura para los que creen que eso de inventar y contar historias ya fue, y que la fantasía es un género escapista.

Matadero 5 (Slaughterhouse V), de Kurt Vonnegut: Si quedaban dudas de lo que puede hacer una historia, esta novela es demoledora.

No me abandones (Never let me go), de Kazuo Ishiguro: la película arruinó la lectura de este libro porque la gran lección es cómo el tema se va revelando, cómo la novela muta y pasea por todas las formas posibles (en eso es pariente de Expiación/Atonement, de McEwan). Como Matadero, juega con el filo de la ciencia ficción (más Philip Dick que Bradbury), pero cuando Vonnegut golpea sin piedad Ishiguro hace sutilezas elegantes antes de hundir el cuchillo. Son dos modos de desarmar lectores opuestos, pero igual de contundentes.

Saga de los Confines, de Liliana Bodoc: esta trilogía llegó para mostrar que sí, que se podía hacer una historia ambiciosa y atrapante y épica y fantástica y poética y argentina, que no hacía falta seguir penando en busca de nuestra Ursula Le Guin. Lo que hace Bodoc en estos tres libros no tiene nombre, y es además una lección para escritores – arranca el primer libro con seguridad y coraje, pero en los otros dos levanta su propia apuesta y aprende a escribir a otro nivel. Los personajes laten, la historia te agarra del cuello, pero la narración y el lenguaje que despliega Bodoc es un milagro. Como decía Milton en la introducción del Paraíso perdido, “things unattempted yet in prose or rhyme”.

Chesil Beach (On Chesil Beach), de Ian McEwan: Podría haber sido Amor perdurable/Enduring Love, o Sábado/Saturday, o Expiación/Atonement, pero Chesil Beach tiene lo mejor de esas tres condensado. El tema es el mismo de aquella escena tremenda de Sábado en el que la chica recita el poema Dover Beach, de Matthew Arnold, pero acá la historia lo cuenta sin chirimbolos, con dos recién casados que son mundos a punto de tocarse y sin embargo… Si no llorás con este libro estás hecho de quebracho y algarrobo, pero detrás de eso hay una trama de referencias que llevan esa historia a muchos otros niveles. Es lógico que después de esto McEwan patinara con la bazofia de Solar: había que descansar…

La ocasión, de Juan José Saer: podría poner casi cualquier otro de Saer, pero éste fue el primero que leí y el que más me golpeó. La historia del mago farsante está y está muy bien, pero en Saer terminan por ganar la lengua, el juego, el ritmo, todo lo que le anda por detrás y entre los pies de la narración es donde está la verdad de la milanesa. Saer es un autor que se ama o se odia, y este libro es un buen acid test (para los que aprendieron a nadar tirándose a la parte profunda de la pileta están Cicatrices y El limonero real y Nadie nada nunca).

Paraíso perdido (Paradise Lost), de John Milton: mi berretín con este poema es injustificable. Es largo, denso, religioso, por momentos bastante embolante, pero la historia (que Borges cuenta en una conferencia de Las siete noches) de un Milton derrotado y ciego memorizando líneas, altanero como nadie, preso cuando la revolución en la que se jugó los calzones fue derrotada, abandonado por todos menos por uno o dos amigos, y que arranca diciendo que va a escribir un poema para la posteridad y que va a ser mejor que Homero, me fascina. Ponele que seis o siete de las doce mil líneas son un garrón teológico, pero en el resto hay más actitud que en todos los raperos multimillonarios con los que nos flagelamos en esta época, y el resto es pura rosca ética, política y humana, un tratado del resentimiento y la tentación y la miseria.



Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2013/29498#more-29498

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