sábado, 5 de abril de 2014

Pero el plan era perfecto: no incluía la homosexualidad

“Las personas estamos cansadas de las mismas opresiones”

Estos cuentos que Paula Jiménez España presenta en el libro Pollera Pantalón (ediciones la mariposa y la iguana) ya tienen su historia. Serena, una amiga suya, armó unos cuadernillos con fotocopias de estos cuentos y vivió años vendiéndolos en el subte en Barcelona. Como en esas impresiones caseras figuraba el mail de la autora, ella recibió devoluciones de lectores de la otra parte del mundo antes de publicar aquí en la Argentina.
“Fue una buena prueba de que cuentos que yo consideraba muy disruptivos quizás no lo eran tanto, porque el común de la gente los recibió muy bien. Quizás todas las personas estamos cansadas de las mismas cosas, de las mismas opresiones, más allá de las que podamos sufrir particularmente por nuestra orientación sexual”, le cuenta a Boquitas pintadas en las vísperas de presentación de su primer libro de cuentos de género.
Paula Jiménez España, escritora; Foto: Sebastián Rodeiro
Para ella es importante señalar también que su obra se publicó en la Argentina gracias a la confianza de la editorial independiente ‘la mariposa y la iguana’, cuyas editoras, Leticia Hernando y Dafne Pidemount, dos poetas lesbianas que acaban de sacar sus libros de poemas, le brindaron todo el apoyo.
Portada del libro Pollera Pantalón, cuentos de género
Estos cuentos, en todos los casos, tienen personajes desobedientes como protagonistas. Está la virgen María, que no es virgen y que sí es lesbiana; aparecen Adán y Eva en una especie de triángulo amoroso del que también participa Lilith; Mariquita Sánchez no llega a ser de Thompson y se retira de la causa patriótica de la Revolución de Mayo para emprender una revolución mucho más doméstica: enamorarse de otra mujer. Estos son sólo algunos de los personajes que Paula Jiménez España incluye en sus ficciones, ese espacio en el que la autora logra hablar de sí, de sus sufrimientos, de sus pasiones.
-¿Cómo surge Pollera Pantalón?
-Al primer cuento, ‘Aventuras de Eva en el planeta’, lo escribí en el año ‘99. En ese momento me pareció que era un cuento aislado. Ya había empezado a incursionar en el humor pero este era el primero que conjugaba humor y género. Unos tres años después surgió ‘Mariquita Sánchez’, luego ‘El ángelus’. Y vinieron todos los cuentos en dos años, entre 2002 y 2003. El último, ‘Problemas de presión’, el año pasado.
-¿A qué llamás cuentos de género?
-Es un chiste, por lo de pollera pantalón. Busqué jugar con el género como textura. En un momento pensé que me hubiera gustado hacer libros manuales con las tapas forradas en tela para jugar un poco más con el tema del género: entonces está lo de la tela, también está el género como masculino/femenino y trans y el género cuento.
-¿Creés que está claro qué se entiende por ‘literatura de género’?
-No creo que sea tan sencilla ni unívoca de definir la literatura de género. Pero en mi libro el chiste funciona con ‘Pollera Pantalón, cuentos de género’  haciendo coincidir el nombre de una prenda de vestir – que fue en verdad una concesión del patriarcado a las mujeres que querían correrse de los límites de la pollera – con una serie cuentos de temática lésbica y trans. Lo que me movilizó para la escritura de estas historias fue siempre la injusticia. Encontré en el humor una buena manera de denunciar, de aclarar algunos malos entendidos sobre nuestra vida como seres desobedientes.
-¿En que injusticias estás pensando?
-Injusticias por mala comprensión; pensar, por ejemplo, como planteo en un cuento, que una mujer si no se acuesta con un hombre sigue siendo virgen. La injusticia sería, no que se piense eso, sino no considerar la relación entre dos mujeres como una relación que también inicia en la sexualidad. En ese sentido: aclarar malos entendidos que producen injusticias.
-En ese cuento, que habla de la virgen, también hay desobediencia con la religión: ¿me contás qué te inspiró?
-El cuento se trata sobre María que es visitada por el arcángel Gabriel. Ella no es virgen. El arcángel le viene a decir que va a tener un hijo y ella se espanta porque no quiere tenerlo y, además, es lesbiana. María tiene que lidiar con un par de malos entendidos: el primero es que se supone que es virgen aunque se la pase revolcándose con sus amantes mujeres, el segundo es que Dios está seguro de que ella quiere tener hijos (ese es un enorme malentendido: que el deseo de la mujer tiene que pasar necesariamente por la maternidad) y que además se sentiría privilegiad de tener un hijo de Dios. Nada de esto es verdad. María se siente muy cómoda en la vida mundana, donde hay sexualidad, goce, experiencia placentera de un cuerpo que no nació para ser ofrecido a nadie, ni siquiera a quien se supone que fue su creador. Lo que busqué, quizás incluso inconcientemente, fue tratar de desentrañar esta trama donde queda atrapada la femineidad. Y digo femineidad en singular porque desde la primera mujer bíblica hasta el psicoanálisis, la femineidad es pensada como una sola posible, maternal, heterosexual y punto. El lesbianismo, según ese encuadre, queda afuera del arquetipo femenino. Es el arquetipo mismo de la desviación, no tiene que ver con la femineidad.
Paula Jiménez España; Foto: Sebastián Rodeiro
-¿Qué encontrás en la escritura?
-Hay algo de liberación. En este caso, puntualmente, la liberación pasa por poder denunciar y desentrañar ciertas cuestiones que me han producido sufrimiento en la vida y que, a través del humor, he podido sacarlas y corregirlas de algún modo.
-¿Creés que la sociedad está más dispuesta a leer cuentos de género?
-Creo que está más abierta, pero en principio apunto que mi libro llegue a la comunidad. De todas maneras, lo ha leído mucha gente que no es gay y se engancha y se ríe. Pero me parece que es gente progre, sí, desobediente.
-¿Cómo aparece la figura del hombre en tus cuentos?
-En el caso, por ejemplo, del cuento ‘Mariquita Sánchez’, no son hombres cualquieras. Son hombres patriotas. No eran negros esclavos sufriendo la opresión, eran opresores, digamos, con todo el respeto que me pueda merecer que un opresor haya ayudado a liberar América. Critico ahí el lugar de lo masculino y femenino histórico, no es puntualmente contra Vicente López y Planes ni Blas Parera. No sé cómo eran ellos. Tomé los arquetipos y traté de reorganizar esa historia, contarla de otro modo.
Encontré, después, un buen epígrafe de El gigante Amapolas, de Alberdi que dice: ‘Saludad a las revoluciones anónimas, ellos son los verdaderos triunfos de la libertad’. Me parece que es eso, lo que nos ha quedado de la historia son los grandes momentos, no las revoluciones que se hicieron en el seno doméstico y que ayudaron a cambiar la historia en el anonimato absoluto. Y mirá qué consecuencias enormes puede tener un cambio en la vida doméstica hacia el afuera: en este caso, que Mariquita se negara a cantar el himno en la tertulia de su casa hubiera cambiado la narración histórica: ella no habría formado parte de los manuales de escuela, sino que habría pasado a integrar el vasto universo del anonimato, pero quedando ligada a algo que le era más propio que una revolución social.
-¿Cómo es la historia de Eva lesbiana?
-La tomé porque fue la primera mujer bíblica. Si en ella está presente la bisexualidad constitutiva, entonces también está en toda la humanidad que vino después. Pero la biblia (o su traducción) nos da un Adán y una Eva. ¿Qué se yo qué sexualidad tenía Eva si existió? Al cuento ya te lo arman de entrada: la heterosexualidad vino con el séptimo día, después apareció la víbora (esa debe haber traído la manzana y la homosexualidad). Pero el plan era perfecto: no incluía la homosexualidad.
-Además de escribir cuentos, sos poeta y periodista: ¿en qué lugar te sentís más cómoda?
-Depende el momento. Ahora quizá esté más involucrada con el periodismo, pero yo me considero básicamente poeta, de ahí surgió todo lo demás. Primero vino la poesía. Lo que encuentro en la poesía es, ahí sí, una posibilidad de liberación muy grande y más inconsciente.

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