miércoles, 23 de julio de 2014

Íbamos a salir de un solo golpe del subdesarrollo

FRAGMENTO DE LA NEBLINA DEL AYER , DE LEONARDO PADURA



— ¿Te acuerdas, Conde, cuando cerraron los clubes y los cabarets porque eran antros de perdición y rezagos del pasado?— recordó Carlos.

— Y para compensar nos mandaron a cortar caña en la zafra del setenta. Con tanta azúcar íbamos a salir de un solo golpe del subdesarrollo— evocó Candito—. Cuatro meses estuve cortando caña, todos los días de Dios.

— A veces me pongo a pensar… ¿Cuántas cosas nos quitaron, nos prohibieron, nos negaron durante años para adelantar el futuro y para que fuéramos mejores?

— Una pila— dijo Carlos.

— ¿Y somos mejores?— quiso saber Candito el Rojo.

— Somos distintos: tenemos tres patas o una sola, no sé bien… Lo peor fue que nos quitaron la posibilidad de vivir al ritmo que vivía la gente en el mundo. Para protegernos…
(pág. 198)

— Todo el tiempo, todos los días hemos estado viviendo la responsabilidad de un momento histórico. Se empeñaron en obligarnos a ser mejores.
(pág. 199)

— ¿Se han puesto a pensar en qué país nos ha tocado vivir? ¿Sí?, ¿no? (…) Pues deberían hacerlo. Éste es un país condenado a la desproporción. El mismo Cristóbal Colón fue el que empezó a joderlo todo, cuando dijo eso de que ésta era la tierra más hermosa y todo lo que le cuelga. (…) Como resultado de eso es que somos tan históricos, y además, no sólo nos creemos los mejores, sino que a veces hasta lo somos. Y ahí están las consecuencias…
(pág. 200)

— La vida nos estaba pasando por los lados— dijo el Conejo— y para protegernos nos pusieron orejeras, como a los mulos de carga. Nada más debíamos mirar hacia delante y caminar hacia el futuro luminoso que nos esperaba al final de la historia y, claro, no nos podíamos cansar en el camino. El único problema es que el futuro estaba muy lejos y el camino era en pendiente y estaba lleno de sacrificios, prohibiciones, negaciones, privaciones. Mientras más avanzábamos, más se empinaba la pendiente y más lejos se ponía el futuro luminoso, que además se fue apagando. Al muy cabrón se le acabó la gasolina. A veces creo que nos encandilaron con tanta luz y pasamos por el futuro sin verlo… Ahora (…) ya no tenemos mucho que ver ni mucho que buscar.
(pág. 201)

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...