martes, 6 de enero de 2015

¿Qué es de ese mundo cuando yo no estoy?


Dice en feis Felix Bruzzone
2 horas · 
 
Antes de la lluvia entro a lo de una vieja clienta, de esas que llaman dos o tres veces por año y viven en una especie de mundo en disolución por el que a veces uno se pregunta inquieto cosas como ¿qué es de ese mundo cuando yo no estoy?, ¿qué sentido tiene ese mundo?, ¿por qué vengo yo a participar de ese mundo como si fuera mío?, ¿soy yo el intruso o cada tanto ese mundo viene por mí, a buscarme, para hacerme ver que la cosa nunca es tan fácil ni tan firme y que siempre hay bordes delicadísimos, todos los días? 
Es una señora grande. Poco más de cincuenta. Ancha. Grandota. Tuvo linda juventud, parece. Si la pinchás un poco es muy simpática y su juventud lejana se le arrastra hasta los ojos como sobre una trenza. Y si no la pinchás está como cansada, aburrida, mucho más ancha que grandota. Sin embargo siempre está como a la espera de que pase algo repentino y totalmente sorprendente. Algo que nunca pasa, pero que ya va a pasar, ya va a pasar. Mientras limpio, descubro que la mujer es muy parecida, o igual, a otra clienta, pero no puedo acordarme bien cuál es esa otra clienta y estoy todo el rato a la espera del recuerdo que caiga, y no cae y entonces me voy.
Como la mujer vive en una calle de tierra tengo que sortear tres cuadras de pozos y charcos. Avanzo lento. Tanto que hasta sería lo mismo pegar la vuelta y volver con la mujer, decirle que su doble vive muy cerca de acá, y que tiene pileta en la zona, y que lo único que hay que hacer es recorrer casa por casa hasta encontrarla, que no es muy difícil y que seguramente sería lo más sorprendente que podría pasarle en esta vida. Hasta creo que ese encuentro es lo que ella realmente espera. Y no está muy lejos. Es acá nomás, de hecho. Me gustaría ayudarla. Encontrar a su doblre revelaría algo de su identidad, y de la identidad de todos. Si ella tiene un doble todos tenemos el nuestro. Pero empieza a llover muy fuerte y la preocupación se mueve al motor de la camioneta, que no se apague, la lluvia fuerte lo hace fallar, no me gustaría quedarme tirado en una calle de tierra.

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Lunes por la madrugada...

Yo cierro los ojos y veo tu cara
que sonríe cómplice de amor...