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Después de tres hijxs, tres casamientos, miles de viñetas y varios premios por su trabajo creativo, la humorista gráfica Laerte abandonó el mandato de la identidad masculina y transicionó a los 60 años. Un documental recién estrenado en Netflix recorre su historia desde lo personal, lo íntimo y lo político.
Por Ivana Romero 
La primera ropa “femenina” que usó es, más bien, la que se sacó. Ya sabía lo que era andar con bombacha o corpiño: desde hacía tiempo vestía como hombre de día y se convertía en una diva queer algunas noches. “Lo que me saqué fueron los pelos”, revela. Y estalla en una carcajada hilarante, la misma que provocan muchas de sus viñetas. Laerte Coutinho cuenta que eso ocurrió mientras estaba recostada en una camilla, con una depiladora pasándole cera aquí y allá. “¡Mis piernas! Cuando las vi sin pelo no lo podía creer. Era otra persona, más liviana, invadiendo el mundo femenino”, dice.
Pero no, las cosas no son tan simples. Liviana sí pero distraída, nunca. “Los hombres pueden salir vestidos como quieran, en general no le prestan mucha atención a esas cosas. Las mujeres no porque no están en su propio mundo: se mueven en el mundo de los hombres. Entonces tienen que tener cuidado”, explica. Y su cabellera rubia, larguísima, flota en el aire como una incógnita.

Lo público y lo cotidiano

Lo personal, lo íntimo y lo político son tres planos superpuestos de Laerte Se, que acaba de estrenar Netlflix. Se trata de un documental que con enorme sutileza y empatía traza un perfil de Coutinho, una de las humoristas gráficas más populares y prestigiosas de Brasil­, que después de tres hijxs, tres casamientos, miles de viñetas y varios premios por su trabajo creativo, abandonó el mandato de lo masculino y transicionó a los sesenta años.
Laerte Se –primer documental brasileño original de la señal de streaming norteamericana– está dirigido por la realizadora Lygia Barbosa Da Silva y por Eliane Brum, que además es escritora y periodista. A un lado y otro de la cámara –una filmando, la otra entrevistando– ellas se encargaron durante un par de años de acompañar a la artista por eventos como su retrospectiva Ocupacao en 2014 en San Pablo o el casamiento de su hija Laila.
Pero también, en situaciones de mayor intimidad, como las refacciones de su casa en San Pablo (“es una casa un poco incómoda, inadecuada como yo”, dirá ella), las visitas a su hijo Rafael para arreglar el monitor de la computadora (“yo le digo ‘papá’ y mi hijo le dice ‘abuelo’ porque venimos de una familia donde hay ocho abuelas pero ningún abuelo y Laerte dijo que bueno, que si era así estaba de acuerdo”, dirá él) o el momento donde su nieto le pide que toque la canción de Batman en el piano.
A esto se suman las consultas al médico mientras decide si se pondrá o no prótesis mamarias, su desnudez cuando se baña o se afeita las piernas, el modo en que abraza a su gata Selina intentando responder la pregunta de si ella, Laerte, es hombre o mujer.

Militancia y premios

Nacida en 1951 en San Pablo, donde vive, comenzó a publicar sus viñetas a comienzos de los setenta. Militante en un momento del Partido Comunista y con varios amigos asesinados por la dictadura, fundó la editorial Oboré, destinada a producir materiales para sindicatos. En esa época conoció a Lula da Silva.
Trabajó en revistas de cómics como Circo o Chiclete com Banana y en los noventa comenzó a publicar en varios medios; entre ellos, el diario Folha do San Pablo, donde sigue trabajando hasta ahora.
Por los ’80, se unió a los historietistas Angeli y Glauco y se transformaron en un trío mítico de la escena under: Los Três Amigos. Comenzaron a publicar una tira común con la historia de tres mosqueteros losers, que caricaturizaban formas de ser y obsesiones que, reconocerían, tenían ellos en la vida real. “Yo soy Laertón, animalesco, vil, pervertido”, decía por entonces su alter ego en esas historietas, donde Laerte se dibujaba como un mariachi flaquito y con barba.
Ganó seis HQ Mix, algo así como el Oscar brasileño de los cómics y un premio Angelo Agostini de “maestro del cómic nacional”. Además publicó varios libros; entre ellos, tres volúmenes que recopilan una de sus tiras más populares, Piratas do Tietê.

Alter-ega

Uno de sus personajes, Hugo, comenzó a usar vestidos antes que ella y de a ratos se transformó en Muriel. “A Hugo se le ve la enagua todo el tiempo porque evidencia tu deseo”, le advirtió una amiga en un momento donde el historietista investigaba en soledad en qué consistía el crossdressing y mantenía más o menos en secreto su homosexualidad. Laerte Se recoge varias de estas viñetas. Por ejemplo, una donde Muriel se toma unas pastillas para que le broten senos instantáneos. U otra sentada en la sala de espera de una clínica urológica, con tacos altos y rodeada de varones, diciendo con absoluto garbo: “Sí amigos, bajo este vestido hay una próstata como la de ustedes”.

Mujer y ya

Pero no todas han sido rosas en su vida. En 2009 falleció su hijo Diogo, de 22 años. Ella sintió que se venía el mundo abajo. “Pero decidí que iba a ser yo misma. O sea, iba a ser mujer e iba a hacerlo públicamente”, cuenta. Fue en septiembre de 2010, en una entrevista para la revista Bravo, que Laerte habló por primera vez en público sobre su travestismo. “¿Por qué un hombre no puede emprender un viaje radical por el planeta insondable de las mujeres?”, se cuestionaba en esa época. Luego vinieron sesiones fotográficas donde posó vestida y desnuda para la Rolling Stone y otras revistas, algo que vuelve a hacer en el documental para mostrar que la construcción de género es cultural, no genital. “Alguna vez dije que era hombre que exploraba el universo de las mujeres pero ahora digo que soy mujer y ya. Y reivindico no sólo la libertad de género, sino la inclusión de identidades que no son ni femenino ni masculino. También me molesta el corporativismo trans que te dice que tenés que ser de un modo u otro. A mí nunca se me ocurrió cortarme el pito, lo siento como una castración que le daría la razón a lo que justamente quiero combatir: el biologicismo” afirma.

Voz pública

La creación artística como enigma, las dudas sobre cómo construir un cuerpo que va envejeciendo por fuera de la norma y por dentro del deseo, la identidad como construcción y como derecho humano recorren también este film. El documental incluye imágenes en super 8 del archivo familiar donde se la ve de pequeño con su padre profesor y su madre bióloga, quienes nunca terminaron de aceptar su identidad femenina.
“Mi madre primero me ofreció sus vestidos pero luego me dijo que tenía miedo que me hicieran daño. Por suerte, eso no ocurrió. Me dicen que soy valiente pero yo no lo creo. Finalmente decidí ser así cuando mis hijos eran grandes, cuando tenía trabajo y cierta reputación. Yo sé que para muchas trans las cosas son más difíciles”, dice alguien que ha sabido resignificar su nombre tan de mitología griega, tan Hamlet, para hacerlo marca propia.
El aspecto político tampoco está soslayado en el film. Laerte ha asumido compromisos públicos con las comunidades LGTBI y a la vez, salió a pronunciarse en la calle y en sus tiras contra el golpe institucional de Michel Temer.
Durante la fiesta de casamiento de su hija, ella hace un dibujo para la flamante pareja. Los dibuja como aguerridxs y bellxs piratas al estilo “do Tietê” con la leyenda “Cadu y Laila: a través de los siete mares del amor”. A lo largo de Laerte Se, queda claro que Laerte también atravesó sus propios siete mares. Y salió victoriosa.